“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció”, (Is 9, 1-6). Durante este año 2020 el mundo y Guatemala han vivido una pesadilla, un tiempo de muchísimas sombras y tinieblas. La pandemia del Coronavirus ha hecho estragos en la sociedad en general. Los efectos negativos son incalculables. El sufrimiento y el dolor han sido el pan nuestro para miles de familias a lo largo y ancho de nuestro país.
¡Y llega Navidad! Una navidad con un sabor diferente, porque no se tiene la misma libertad para los convivios, paseos y otras tradiciones propias de esta época. Pero, ¿Sabe qué es lo más importante? ¡Que estamos vivos! Y si usted está leyendo estas ideas, es porque tiene vida. Agradézcale a Dios el don de la vida, y póngala al servicio de los demás.
Si la pandemia y otras enfermedades nos han hecho sufrir, ahora nace un niño que viene a ser luz en esa oscuridad por la que hemos venido caminando a lo largo de estos últimos meses. El objetivo del nacimiento de este niño es iluminar la vida y darle un mejor sabor, para ser felices aún en medio de las tormentas.
La navidad no es la celebración de una fecha, sino la celebración de un hecho, de un acontecimiento: el nacimiento del Salvador. Un nacimiento que marcó un antes y un después en la historia de la salvación. Por eso dice el profeta: “porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; lleva sobre sus hombres el signo del imperio y su nombre será: consejo admirable, Dios poderoso, Padre Sempiterno, Príncipe de la paz”, (Is 9, 5).
“Jesús nace para la humanidad que busca libertad y paz; nace para todo hombre oprimido por el pecado, necesitado de salvación y sediento de esperanza”, (Juan Pablo II, Navidad, 24 de diciembre de 2002). Dios se hace humano, para la humanidad. Nace para sanar a los enfermos y oprimidos por el mal, se hace humano para humanizar a una humanidad deshumanizada por el mal reflejado en la terquedad de Herodes y de los escribas y fariseos, de aquél entonces y de ahora.
Que este niño que es luz, paz y justicia, sea el motor de nuestra vidas durante esta navidad. Que el arbolito de navidad, el nacimiento, las posadas en las iglesias locales, los tamales, los paches y la variedad de bebidas propias de la época nos ayuden a reflexionar sobre nuestra propia vida y sobre el misterio del nacimiento de Jesús. Si no se hace el esfuerzo por hacer un proceso de introspección sobre lo que significa verdaderamente la navidad, pues no pasará de ser una navidad más, en donde la amistad y el amor son una utopía.
“Un ángel del Señor se les apareció y la gloria de Dios los envolvió con su luz y se llenaron de temor. El ángel les dijo: no teman. Les traigo una buena noticia, que causará gran alegría a todo el pueblo: hoy les ha nacido, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor”, (Lc 2, 1-14). Por lo tanto, no temamos a la pandemia; seamos prudentes, eso sí. No temamos dejar lo que nos esclaviza y el pasado doloroso. No temamos a nada ni a nadie, porque este niño nacido en un pesebre viene a decirme: yo te amo tal como eres.
Pasen una feliz Navidad. Un fuerte abrazo para todos y todas. Ofreceré la misa de Noche Buena por ustedes.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.