La desesperación de llegar a un mundial nos está haciendo perder los estribos y reclutar a cualquier jugador que sea posible, nacido y formado en el extranjero, con tal de reforzarnos y poder competir de una mejor forma, sin darnos cuenta de que estamos menospreciando a nuestros futbolistas locales, sin saber que hemos sido los culpables del estancamiento, por no invertir en ligas formativas. En su momento, hace años en Guatemala, nacionalizábamos a jugadores que jugaban en nuestra liga y eran de un nivel superior a los locales, como el caso de los argentinos Emilio Mitrovich y Ricardo Pichinini, quienes sí marcaron diferencia en su momento, pero eran solamente uno o dos. Sin embargo, la gente lo aceptaba, ahora queremos competir con más de seis no nacidos en Guatemala.
Con la llegada del último jugador Nathaniel Mendez-Laing, quien proviene del Derby County, de la tercera división de Inglaterra, aunque tuvo un leve paso por la Premier League con el Cardiff en 2020, también jugó en la Selección Juvenil Inglesa Sub-16 y Sub-17, una carrera interesante en su mayor parte entre la segunda y tercera división de ese país, su descendencia es directamente por su madre y abuela materna, su nivel no se discute, es superior a los jugadores locales. Últimamente se unieron los jugadores norteamericanos con descendencia guatemalteca, Rubio Rubín y Aaron Herrera, provenientes del Real Salt Lake y Montreal Impact de la liga MLS respectivamente. Como lo mencioné anteriormente, el nivel tampoco se discute, son superiores a los futbolistas criollos. Otro de los últimos nacionalizados fue Antonio de Jesús López, mexicano con raíces guatemaltecas, quien jugó el último torneo con Municipal y ahora fue fichado por Comunicaciones. Otro de los casos de jugadores no nacidos en Guatemala es el jugador Arquímedes Ordoñez, nacido en Cincinnati, Ohio, Estados Unidos, de padre guatemalteco, quien juega en el FC Cincinnati de la Major League Soccer. El técnico mexicano de la Sub-23, Rafael Loredo, en su desesperación se fue a buscarlo a EE.UU., para convencerlo y formar parte del equipo que ganó su pase al mundial de esa categoría en Argentina 2023, hace poco.
Los otros jugadores que vinieron trabajados en otros países fueron los casos de Darwin Low, Alejandro Galindo y Matan Peleg, pero ellos nacieron aquí en el país y desde pequeños migraron; el primero a EE.UU., Galindo a Colombia y Peleg fue adoptado por padres israelíes. Aunque tengan la doble nacionalidad, nacieron en Guatemala, el primero en Guastatoya, el segundo y tercero en la capital, pero en dado caso abrieron por primera vez los ojos en esta patria, no se los «jalaron» como los otros, que algunos ni español hablan. Tanto Arquímedes Ordoñez como el futbolista Matan Peleg no fueron convocados actualmente a la Copa Oro. Peleg es un futbolista guatemalteco-israelí que se desempeña como defensa en el Hapoel Petah-Tikvah de la Liga Leumit de Israel.
En síntesis, Rubio Rubín, Aaron Herrera, Nathaniel Mendez-Laing, Antonio de Jesús «Chucho» López, Arquímedes Ordoñez, Darwin Low, Alejandro Galindo y Matan Peleg, con ellos fácilmente son ocho futbolistas, quienes serían la columna vertebral de esta selección nacional, aunque dos de ellos no fueron convocados en la actual Copa de Oro, pero son parte de las tendencias de las últimas estrategias de la FEDEFUTBOL para reclutar recurso humano, con el «común denominador» en todos los antes mencionados, que son formados por países de otras realidades futbolísticas y que nosotros astutamente, por ser parientes de algún guatemalteco, queremos competir con jugadores trabajados en otros países, menospreciando lo que producimos aquí. Con esta aclaración, solamente nos estamos llenando de jugadores casi desconocidos para los guatemaltecos, pero con el afán de pertenecer a una selección nacional, para los federativos no importa dónde hayan nacido, lo que les interesa es dar a conocer una selección más competitiva como las anteriores y aspirar a ganar torneos o competencias que les hagan trascender de donde ya nos habíamos estancado.
De los ocho futbolistas que he mencionado anteriormente, formados en el extranjero, nos da simplemente el reflejo de que hemos hecho las cosas mal, que ahora, como ya no producimos jugadores de calidad competitiva para la región, tenemos que depender de otros jugadores formados en otros lugares para poder dar batalla. Realmente, qué tristeza que hayamos caído en esta dependencia, casi es como nacionalizar a 6 u 8 argentinos o uruguayos para poder competir, en lugar de utilizar otras políticas dirigenciales como reducir el número de extranjeros para dar más oportunidad a jóvenes o trabajar de una forma más profesional nuestras categorías infanto-juveniles. Aquí se aplica un adagio popular que es muy comparativo a esta situación: «Prefiero mis frijolitos y tortillas, que una hamburguesa norteamericana». A eso se le llama también falta de identidad para nuestro país. En otros países quizá han jugado con jugadores nacionalizados como los mexicanos, pero la excepción natural de la regla tiene que ser uno y como máximo dos, pero aun así cuando los alinean, reciben un sin número de críticas de los aficionados que en ese país son muy nacionalistas.