Poco se puede esperar de las autoridades actuales, lo cual tampoco tiene que justificar sus desórdenes y excesos.
Plantear los desafíos para Xela en este año que recién inicia, es posible desde lo personal, lo colectivo o lo institucional. En este caso lo haremos en dos ámbitos fundamentales, la gestión municipal y la seguridad.
En el primer caso, sin embargo, es imposible hablar de desafíos, porque el principal era recuperar la ciudad después de tres periodos en los que el abandono y los señalamientos por malos manejos fueron en aumento progresivo. La actual corporación municipal falló en ese sentido, y aun peor, ha generado un descontento en la población, ganado a pulso con la falta de acción, justificada en el apego a la legalidad de los procesos, que es más bien temor e ineficacia; prepotencia, falta de coordinación y consenso, ausencia de autoridad y de prioridades.
Es por ello que, más que desafíos, lo que debe corresponder este año al alcalde Luis Grijalva y el Concejo es responsabilidad en el cumplimiento de sus funciones, porque después de dos años las expectativas se han perdido. Xela es una ciudad que crece de manera constante, y si no se atienden las necesidades que eso implica, el futuro será poco promisorio, pero además puede provocar un estancamiento y que queden limitadas las condiciones para el desarrollo.
Cuatro puntos son los principales, en lo tangible, en este aspecto, infraestructura vial, tema urgente; ordenamiento comercial y vial, en todas las áreas; iluminación pública, que contribuye a la seguridad, y mejora de los servicios de transporte, energía eléctrica, agua y recolección de desechos.
En cuanto a la máxima autoridad en el tema de seguridad, el gobernador departamental, Juan Climaco Rosales, a quien también corresponde velar por la ejecución efectiva del presupuesto de inversión asignado al departamento y promover el desarrollo, ha mantenido un trabajo muy discreto, quizá como estrategia para estar alejado de la opinión pública y evitar recibir demasiadas críticas, como sí ocurría con su antecesora.
Pero eso no significa que existan acciones efectivas para reducir los índices delincuenciales en la ciudad y el departamento, y tampoco ejecución de proyectos para el desarrollo; sino que refleja, de nuevo, que estos puestos son asignados como parte de vínculos o pago de favores políticos.
En general, al carecer el funcionario de claridad y capacidad para ejercer su cargo, se aleja de los asuntos que le puedan parecer difíciles y se rodea de asesores, que en la mayoría de casos tampoco están calificados y solo están para justificar un salario.
En un año preelectoral, el desafío debe ser para la población, en construir ciudadanía y trabajar en conjunto para mejorar las condiciones actuales de la ciudad.