PUNTUAL
La migración es una cara de nuestro país que no hemos querido ver en todas sus dimensiones, pero ya es tiempo, aunque el Covid-19 nos obligue.
Estos hermanos se fueron huyendo y los que han regresado han venido a esconderse porque el fantasma los persigue. Ser migrante no es fácil cuentan quienes lo han sufrió en carne propia.
Estos amigos, vecinos, conocidos o familiares se fueron por necesidad. La cruda realidad económica del país los empujó a la frontera y luego a correr en el desierto y saltar las barreras de la muerte. Muchos lo consiguen otros no.
Los que vienen deportados vía área en su mayoría estuvieron un tiempo o incluso años en EE. UU., pero fueron descubiertos en su condición de indocumentados. Ellos corrieron con un poco más de suerte al hacer algún patrimonio; ahora los que ingresan vía terrestre fueron descubiertos o abandonados por los “coyotes” en territorio mexicano.
Perseguidos en tierras ajenas y ahora que vuelven a su patria son vistos con desprecio, estigmatizados y con cara de coronavirus. Es el miedo de las personas locales, pero lo debemos sobrellevar y no descalificarlos ni despreciarlos.
Lamentablemente fueron detenidos y deportados, ellos no escogieron ese camino. Menos escogieron toparse con el virus (este 22 de abril Guatemala cierra con 342 casos, 26 nuevos, de ellos, 12 son deportados). A pesar de ello, no podemos generalizar. Es la autoridad competente la que debe velar por ellos y resguardarlos.
Pido a los vecinos y comunidades no condenarlos y menos a todos sus familiares. Ellos antes que migrantes son humanos, son nuestros hermanos y como todos tienen derechos a un pedazo de la tierra que los vio nacer.
A los migrantes se les debe en gran parte lo que el país tiene en inversiones, negocios, construcciones, salud, educación, vestuario y alimentación de muchos. El año pasado fue el mejor en remesas familiares en toda la historia, porque se rebasó por primera vez la barrera de los 10 millardos de dólares, lo que equivale al 13,8% del Producto Interno Bruto (PIB).
Este 2020 iba bonito, porque solo en los primeros dos meses, enero y febrero, según el Banguat, el ingreso de remesas familiares enviadas a Guatemala alcanzaba los 1,643 millones de dólares, un 20% más que el mismo bimestre del año pasado.
Pero estas cifras no vienen del aire, es el producto del esfuerzo rudo de unos 2.8 millones de guatemaltecos que luchan día a día en Estados Unidos. Después de escuchar varios testimonios y no de ahora, sino que de tiempo atrás, la conclusión es que no hay tal “sueño americano”, porque en todo caso hasta a quienes les va bien, viven una pesadilla, porque además de luchar contra toda barrera, se deben enfrentar a humillaciones y condiciones hostiles e incluso, deben permanecer huyendo hasta que la suerte diga lo contrario.
Nunca más le digamos “sueño americano” si es una pesadilla incluso volver a casa cuando el coronavirus asecha. Espero que esto pase y los hermanos migrantes enfermos -no todos- se curen rápido, porque juntos somos lo que somos, una gran nación. De rodillas, pero no derrotados. De rodillas ante Dios, porque esto pasará.
Licenciado en Ciencias de la Comunicación, con tres maestrías en diferentes campos y Doctor en Investigación en Educación. CEO de La Voz de Xela, conferencista nacional e internacional y profesor universitario.