Del 20 al 24 del presente año se realizó en las instalaciones del Priorato San José el Retiro anual de los monjes benedictinos en Guatemala. Los participantes fueron: Abadía de Jesucristo Crucificado de Esquipulas, el Priorato de la Resurrección de Cobán y el Priorato de los monjes Olivetanos de Boca del Monte Guatemala.
El maestro de los ejercicios espirituales fue el padre Abad Vicente Bataille, de la Abadía de Marmion del Estado de Illinois, Estados Unidos. Nos reunimos unos 25 monjes para reflexionar sobre la figura de un hombre que dejó un gran legado en la historia de la vida monástica en el mundo.
Benito de Nursia fue llamado “el padre de Europa”, por la influencia de su estilo de vida en todo el continente europeo. Nace en el 480 d. C. en una familia de clase media. Pero viendo el desorden moral de su tiempo, decide irse a la montaña de Subiaco, en Roma, en donde funda su primer monasterio. Actualmente está el monasterio, pero además es también un lugar turístico. Muere aproximadamente en el 547 d. C.
La vocación monástica benedictina se caracteriza por los valores que le son propios: pobreza, castidad, obediencia, estabilidad, trabajo, disciplina, simplicidad, oración, relaciones humanas, autoridad, vida de comunidad, humildad y la muerte, entre otros. La espiritualidad desde la Regla de San Benito no consiste en un manual de principios ascéticos, sino en un modo de ser y estar en el mundo con todo lo que hay el mismo.
La vocación monástica benedictina es más un modo de vida, un estilo de vida, una actitud mental que un conjunto de normas. La Regla de San Benito tiene una lógica de la vida ordinaria en la vida ordinaria. Quienes quieran vivir bajo la Regla de San Benito, deben estar dispuestos a testimoniar con su propia vida los principios teóricos plasmados en ella.
San Benito se pregunta: ¿Quién es el hombre que quiere la vida y desea ver días felices? Si tú, al oírlo, respondes «Yo», Dios te dice: «Si quieres poseer la vida verdadera y eterna, guarda tu lengua del mal, y que tus labios no hablen con falsedad. Apártate del mal y haz el bien; busca la paz y corre tras ella» (Pro, 14-17).
En este breve texto del prólogo de la Regla, Benito invita a tener cuidado con la lengua, porque con la lengua se bendice, pero con la lengua se maldice a los otros. Insiste Benito en que su Regla es un modo de ser y actuar con Dios y los demás, a través de pequeñas prácticas como guardando lengua del mal, los labios de la falsedad y apartándose del mal. Este es el camino de la vida. La respuesta a vivir la vocación monástica benedictina dentro y fuera del monasterio.
San Benito está plenamente convencido de que la vida vivida plenamente es una vida vivida en dos planos: atención a Dios y al bien de los demás. No se puede decir que se ama a Dios si no se ama de verdad al que comparte conmigo todos los días. La vida se nos ha dado para vivirla en plenitud y libertad. Vivir la vida en plenitud es estar siempre despiertos para escuchar la voz de los más pobres y sencillos; la voz de mis hermanos. La vida monástica benedictina exige estar siempre “vivos” y despiertos.
Vivir la vida monástica en este siglo XXI no es nada fácil, porque nos cuesta ser humildes, orantes, trabajadores, disciplinados, sobrios, desinteresados, castos, obedientes y estables. Las patologías monacales se convierten en las peores pesadillas para quien de verdad ama y quiere vivir la vida monástica. Por esta razón, se nos invitaba a ser hombres de oración, disciplinados, humildes, dejar de tener todo bajo un techo (acaparadores).
En conclusión, los valores propuestos por Benito pueden ser practicados por quien quiera, en cualquier espacio de la sociedad actual. En las familias y en las empresas hacen falta hombres y mujeres obedientes, humildes, trabajadores, disciplinados, que hagan oración, con buenas relaciones humanas y con un liderazgo adquirido no por los puestos que se tengan sino por su autoridad moral.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.