Inicio mi presencia en este medio de comunicación expresando mi afecto y gratitud a esta noble Patria, a esta nación de contrastes, a esta tierra fecunda, que tiene en su gente la fuerza necesaria para no renunciar, ni claudicar. Y a los ejecutivos de La Voz de Xela por la oportunidad de contribuir en su causa.
Reconozco no ser pleno de sabiduría, peor guardar certezas, mi reto, querido lector, será aportar de forma positiva, desde mi perspectiva, en muchos momentos distinta a la suya, donde intentaré –“mirar el bosque y no el árbol”–, observaré aquello que, a veces, no nos deja apreciar lo bueno, lo positivo, lo que deberíamos rescatar de la vida, del entorno, del país, de la ciudad.
Vengo de lejos, de Ecuador, de los Andes, donde la tradición incásica forjó culturas, pueblos, personas, naturaleza, con similitudes y también con diferencias. Miro los rostros de ustedes en las plazas, en el mercado, o en el centro comercial, o en el parque, me miro en el espejo y concluyo; somos los mismos, unidos por la infinita capacidad de brindar hospitalidad, amistad y respeto.
Inicio contando un suceso curioso: en un almacén de Buenos Aires, perteneciente a una marca de ropa “mundialista”, ingresé con el nervio propio de quien sabe que “pagará piso por entrar” y pregunté por una camiseta (polera) –¿Cuánto cuesta ésta?– atiné a decir, ¡esa 40 dólares! respondió la dependiente, con cierta inquietud y nervio; miré otra “similar” de nuevo dije: –¿y esta? –¡ah, esa 70 dólares! ¡Púchica! dije a mis adentros, y ¿por qué será? Perdone dije, me puede decir ¿por qué la diferencia es tan alta? “Fíjese que”: la primera es fabricada en Asia, y la otra en Guatemala. Me invadió un sentimiento “chapín” –y volví a pedir explicación por las diferencias, y me contó que la calidad de la confección es única, de lo nítido de sus acabados, de la calidad de la tela, etc. Reflexionemos amigo lector: Cuando entramos en una tienda «extranjera» aquí, ¿no será que compramos ropa de la barata a precio guatemalteco? O más pesa la vanidad de vernos con ropa de marca. ¿O quizá valoramos más lo importado?
Segundo caso: Día del Cariño, hace poco, 14 de febrero, nota en la agenda escolar de mi hija, “traer un chocolate americano, por el valor de X quetzales” pensé yo, ¿tan poco vale el cariño? Fui al centro comercial a mirar la sección más dulce de todas, comencé a indagar por el fino chocolate, pagué el equivalente al valor de la cuota de cariño pedida por la teacher –perdón maestra– y llegué a casa, contento por haber cumplido con el mandado, cerca de acostarnos, escuché a mi esposa: ¡Marco Antonio, ven acá!: –regaño seguro dije yo– Y exclamó: ¿Por qué no leíste bien la etiqueta? “mira vos” me dijo: Este chocolate americano ha sido fabricado con cacao de Alta Verapaz, la próxima te fijas bien. Digo yo: ¿No será mejor la próxima pedir chocolate nacional? Así me evito el viaje y la regañada.
Y con esta otra reflexión finalizo: volviendo de la capital, algo cansado por la cola de retorno, decidimos entrar a San Lucas Sacatepéquez, a una cadena prestigiosa a comprar una café, –dije: Regáleme el mejor café: –Entonces la simpática cajera respondió, usted quiere un guatemalteco. Sonreí y pensé será un cumplido o una estrategia de venta, ¡no señor! en la pizarra anuncia como su mejor producto, café guatemalteco.
Ya ven, que hay aspectos y logros de los que debemos sentirnos positivos, agradecidos, y alegres. Claro está que debemos reflexionar sobre lo que nos afecta y cómo enfrentaremos como ciudadanos las vicisitudes propias del día a día, y qué debemos hacer para mejorarlas.
Cada uno en su trinchera, aportando con honradez, con alegría, con lealtad, sacrificio y humildad. Así podremos heredar un país de oportunidades y logros. Sin haber nacido en esta tierra, siento mucho apego y respeto por ella. Por último, me someto a su valioso criterio, por lo que apreciaré sus sabios comentarios.