Volviendo a la educación, en el sistema educativo actual, en el que pasó de llamarse Idioma español al área de Comunicación y lenguaje, donde se identifican los idiomas de acuerdo con una numeración: L1, L2, L3; siendo la primera la lengua materna y las siguientes las extranjeras o por aprendizaje.
Sin embargo, no cambió solo la denominación, a principios del siglo XX, con la influencia de las corrientes en las ciencias sociales, y sobre todo a partir de Saussure (1916), se dio un tránsito entre la lingüística tradicional a lo que se consideró como lingüística moderna o contemporánea, basada en enfoques como la sociolingüística y el pragmatismo. En síntesis, lo que cambiaba principalmente era la preeminencia del lenguaje escrito sobre el oral, a la idea de que el lenguaje hablado era el lenguaje por excelencia (Martínez de Sousa, 2003). Además, dejaba de considerar la gramática como prescriptiva y la veía como descriptiva; es decir, no dedicada a establecer el ideal de cómo se debería escribir, sino a analizar cómo se habla.
Es por ello que, con anterioridad, el curso de idioma español se basaba en la enseñanza de la lectoescritura; el desarrollo de la lectura, la gramática y la ortografía y caligrafía. Mientras que en la actualidad, la enseñanza del español, en la mayoría de casos L1, está orientada a alcanzar tres competencias (interpretación personal): la comprensión de la comunicación oral y escrita (comprensión lectora), la expresión oral y la redacción de textos (no solo escritos sino también multimodales), pero visto desde este paradigma que plantea que no hay necesariamente una forma correcta de expresarse, sino que son variantes del idioma. En este modelo, la ortografía queda relegada a un 5 % de los saberes del área, como parte de la redacción de textos.
Prueba de esto son los múltiples errores que vemos reproducidos en los distintos mensajes que a diario leemos, lo que es propiciado también por la amplificación que dan las redes sociales, de la que hablaba Humberto Eco. Así, antes veíamos errores ortográficos en letreros, algunos anuncios, en una que otra nota periodística o folleto y en las redacciones de estudiantes; mientras que ahora están por todos lados.
Al final, la ortografía es solo una técnica para escribir de manera correcta, lo que en un sentido práctico no es que impida por completo la comunicación; pero llama la atención un artículo de la BBC, La verdadera importancia de la ortografía (2017), en donde indica que los errores ortográficos (es incorrecto también exagerar estos errores para desviar la atención y restar importancia al contenido de los mensajes), además de hacernos ver “menos inteligentes de lo que somos”, puede crear confusión, poca claridad, falta de coherencia, y en casos extremos, pérdida de dinero, de oportunidades y de credibilidad, entre otros. Y luego se pregunta ¿la ortografía dejó de ser importante? O ¿ya nos acostumbramos a escribir mal?