Promesas versus compromisos

Prometer es una de las acciones comunicativas que más veces utiliza en su vida una persona; sin embargo, las mismas siempre suelen emitirse o brindarse cuando los individuos se encuentran bajo determinados estados de ánimo, tales como el amor, el enojo, la tristeza, la decepción, entre otros.

Con el tiempo, quienes recurren a la utilización de promesas de forma excesiva las han ido distorsionado, pasando de ser una acción pura y noble, a una de engaño y decepción para las personas que las reciben, lo cual hace que se vaya perdiendo la confianza y todo tipo de credibilidad.

Las personas somos eminentemente emotivas; es por ello que, cuando alguien nos realiza una promesa y no la cumple, nos lastima en lo más profundo de nuestro ser, generando rechazo, negación y el deseo de no volver a confiar en quien nos ha defraudado nuestra confianza; al respecto, la manera “más fácil” que han encontrado las personas que no tienen palabra para engañar a los demás, es por medio de falsas promesas, aún a costa de que su nombre y honor queden en entre dicho.

Con el paso del tiempo he logrado comprender que, la mayoría de personas no desean vivir de promesas; por el contrario, precisan de una acción previa de mayor impacto como lo es el compromiso. Quien asume compromisos, debe realizarlos dentro de las posibilidades reales que tiene de poder cumplirlos, sin el afán de engañar o brindar falsas expectativas para quienes van dirigidos los mismos; por consiguiente, las personas que son serias con lo que dicen y hacen, siempre preferirán asumir compromisos sólidos y realizables, en lugar de ofrecer promesas vacías e inalcanzables.

Las promesas no son malas y menos cuando éstas se cumplen, pero un hombre serio antes de prometer algo, asumirá compromisos en la vida, haciendo todo lo posible por honrar su palabra. Concluyo con el pensamiento del difunto actor estadounidense Paul Newman: “un hombre de honor, siempre cumple sus promesas”.