De todos los seres de la creación el “ser” más complejo es el ser humano. Es un poco inferior a los ángeles y tiene dignidad (Sal 8), es el ser que tiene la oportunidad de hacer el bien o hacer el mal a cada instante, porque tiene voluntad libre. Considero que, tanto a hombres como mujeres, nos hace falta dejar a un lado el egoísmo, la envidia y el pensar solo para sí mismos. Es trascendental “pensar” en los otros. “Pensar en los otros” es tener la capacidad de percibir que “los otros” necesitan de mi ayuda y solidaridad. La empatía social es imprescindible en la sociedad actual.
Una de las características de la sociedad actual es el “individualismo”. Conque yo tenga, los demás no me importan. La ambición al dinero y al poder está destruyendo familias e instituciones enteras. El dinero mal habido, las cosas materiales que se adquieren no importando los medios para lograrlas, llevan a la ruina, porque son fruto del espíritu del mal.
En el tiempo presente, urge compartir el pan con el hambriento, abrir las puertas de la nuestra casa a quien lo necesite, vestir al desnudo y no darle la espalda a quienes acuden a buscar ayuda (Is 58, 7-10). Esto sí es importante. Esta manera de actuar elimina la cultura individualista que se ha implantado en el corazón de muchas personas.
¿Cómo estamos actuando? Estamos invitados a ya no oprimir a los demás. A veces, por el poder y el dinero que se tiene, se cae en la trampa de oprimir, de ofender y amenazar a los demás, (Is 58, 7-10). Esta manera de actuar es anticristiana e inmoral. Nunca hay que olvidar que la medida que se use para medir a los otros, esa será usada para medirme. Por lo tanto, arrieros somos y en el camino andamos.
Para influir en la sociedad actual se requiere “convencer por medio del Espíritu y el poder de Dios” (1 Co 2, 1-5). El Espíritu Santo debe ser el motor de nuestras acciones. Solo así podremos lograr cambios profundos en nuestra vida y en la de los demás. Porque, los ojos del Señor ven con agrado a quienes lo temen; el Señor conoce todas las obras del hombre”, (15, 16-21). Dios premia las acciones buenas del ser humano. En otras palabras, da a cada uno según sus acciones, según lo que se merezca.
Un factor esencial, que puede ayudar a hombres y mujeres a influir positivamente en la sociedad actual es “vivir según los códigos éticos” (como el decálogo) establecidos para orientar la conducta de las personas. El incumplimiento de los mandamientos de Dios por parte del hombre lo destruye a sí mismo. Ejemplos abundan: las muertes violentas en Xela, niños abandonados en basureros, los pactos inmorales en algunas instituciones públicas y privadas, entre otros. La práctica de valores favorece la construcción de una mejor sociedad. Los antivalores como los insultos y las venganzas destruyen naciones.
Para transformar las circunstancias adversas en la sociedad actual hay que “cortar” lo que no sirve, lo que no nos hace mejores personas. No es fácil “cortar” relaciones malsanas, cortar amistades que nos están destruyendo, cortar ciertos vicios que nos han mantenido esclavizados por años y que cada día nos hunden más. Solo así estaremos más accesibles para integrar a Dios en nuestra vida y podremos ponernos en los zapatos de quienes necesitan de nuestro apoyo.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.