Durante todo el año hemos sido testigos, y en algunos casos partícipes, del peor Gobierno que ha tenido Guatemala en toda su historia como república independiente. Aunque está en duda si es independiente, tema que no merece ser discutido, en realidad no existe un solo país que no dependa de otro, especialmente en esta nueva era de la globalización.
Pero muchos dirán el peor fue el de Pérez Molina, o bien en dónde dejan a Álvaro Arzú, y Portillo, Berger, Colom, ellos fueron malos, realmente malos, pero ahora, con un total descaro se burlan de la población. No solo es el presidente, esto abarca a vicepresidente, ministros, y especialmente diputados, cada vez se piensa que estamos al borde del precipicio, pero viene un nuevo Gobierno y resulta peor que el anterior.
De acuerdo con el último estudio presentado por el Instituto de Estudios Fiscales —Icefi—, por cada 10 habitantes en el país, seis se encuentran en pobreza; de estos, dos están en pobreza extrema. De los cuatro restantes, tres rebasan la pobreza, lo que significa que no son pobres, pero tampoco llegan a una clase media que viva con comodidad. Del total de la población, el 4 % vive con cierta comodidad que le permite sentirse en la franja de la clase media. El 0.5 %, o sea la mitad del uno por ciento, es clase media, y el restante 0.5 % son los ricos del país.
Ahora bien, muchos dirán de qué nos sirve esta reflexión. Primero pregunto: ¿Cuándo han escuchado al señor presidente constitucional de la república discutir el tema? Si él no tiene la más mínima intención de corregir estos datos, imagínense ustedes a sus ministros, secretarios, mucho menos. Vuelvo a preguntar ¿en el Congreso de la República, los miembros de las juntas directivas de los últimos 10 años han por lo menos discutido el tema? Lamento decirles que no.
Lo que discuten el señor ministro de Economía, el presidente del Banco de Guatemala, el Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras —Cacif—, es el crecimiento del producto interno bruto —PIB—. El debate se centra en que, producto de la lucha contra la corrupción, este año no se alcanzará la meta de crecimiento, que estaba en 3.2 %, ubicándose en el 2.8 %, fundamentalmente la preocupación de ellos es que la Mina San Rafael haya dejado de funcionar, producto de una resolución de la Corte de Constitucionalidad. Primero, si la mina no siguió funcionando es porque no hizo de manera correcta los procedimientos que manda la ley, constituyéndose en un claro ejemplo de corrupción en el Gobierno y en el sector empresarial.
Ahora bien, la pobreza no se soluciona con un crecimiento sostenido del PIB, ni aún cuando soñemos con una franja entre el 6 y 8 %. ¿Por qué el crecimiento económico no ayuda a la disminución de la pobreza? Por la desigualdad existente en nuestro país. Existe una desigual distribución de la riqueza en Guatemala. Icefi, en su ultima publicación titulada Renta básica universal (2017), afirma que Guatemala es uno de los 10 países más desiguales del mundo y uno de los cinco con mayor desnutrición crónica. Es el cuarto país con el gasto público más bajo del mundo, y el séptimo con la carga tributaria más pequeña, mientras que el 1.0 % de la población más rica anualmente obtiene 522 veces el ingreso con el que cuenta el 1.0 % más pobre.
Y qué tiene que ver la pobreza y la desigualdad con la delincuencia. En estos días en Quetzaltenango hemos tenido un repunte de los actos delincuenciales. Esto por dos razones, primero porque existe el interés de justificar el crecimiento del ejército, e incluso de volver a instalar un cuartel militar en esta ciudad, por lo que la policía nacional está abandonada. El segundo motivo está correlacionado a un mayor nivel de pobreza y desigualdad. La tesis es: A mayor desigualdad, mayor pobreza, y a mayor pobreza aumenta el índice delincuencial.
En palabras simples, si alrededor de su casa, todos son pobres, no tienen oportunidades de empleo producto de un alto nivel de desigualdad, seguramente para sobrevivir, léase bien, subsistir, no morir de hambre, tomarán lo suyo, porque el Gobierno no les ha dejado otra opción. Por tanto, si en este mundo y especialmente en Guatemala no se ataca la pobreza y se disminuye la desigualdad, la delincuencia seguramente aumentara.
Dos caminos sencillos para mejorar los indicadores: Más empleos remunerados de manera justa, mejorar la recaudación tributaria de impuestos directos e invertir en el gasto público.
Profesor universitario, académico, profesional de las Ciencias Económicas.