La masacre de perros ocurrida en La Floresta, Quetzaltenango, agrupó a los que quieren a los perros, los que no, los indiferentes y los calladitos. Muchos se dicen a favor de la vida, pero son pro vida cuando les conviene y cuando es un animal no importa como muera, recordemos el V Mandamiento que dice No matarás.
Se leen comentarios como: “si tanto los quieren llévenselos a su casa”; “por qué no protestan por las muertes de mujeres o bebés abandonados”; con esa lógica quienes cuidan ancianos o regalan comida a indigentes también se los llevarían a casa, o a quien responsabilizarían de castrar a las mujeres que abandonan a sus hijos; no, la cosa no es así.
No se este restando interés al asesinato de personas, la diferencia es que los animalitos son inocentes, sin razón y su proliferación se debe a la irresponsabilidad; los seres humanos se asesinan entre si como consecuencia de una sociedad plagada de corrupción, crimen organizado y abandono del Estado, pero lo hacen conscientes, saben distinguir entre el bien y el mal, no se apoya por ser manipulables, cada quien es libre de organizar o de asistir a las marchas que considere justas.
Lo ocurrido sacó a flote los sentimientos de cada persona, el repudio a este deleznable acto no es por los canes indefensos, pudieron ser conejos, caballos, o tortugas, entre muchos, pero, es totalmente inaceptable que los dos que participaron disfrutan al asesinar a los perritos que inocentemente y con alegría recibieron la comida que les dieron para matarlos. Esas actitudes son psicópatas, condición peligrosa para todas las personas que convivimos en el municipio, porque podrían llegar a desaparecer ya no solo animales sino a cualquier persona que les incomode.
De que los perros seguirán proliferando es innegable, que muerden a las personas es cierto, pero de eso, ¡a matar a un animal!, nunca será la solución, la solución debe venir de todos, con un adecuado plan de las autoridades, actuando contra los vendedores de perros, siendo dueños responsables, manteniendo a sus mascotas en condiciones adecuadas de comida y abrigo, y lo más importante educar con valores y con amor por los animales a las nuevas generaciones.
Urge la construcción y puesta en marcha de un plan para contrarrestar el problema de los perros callejeros, el efecto no se verá pronto sino más o menos en 5 años, es tonto decir “que se los lleven las asociaciones” pues estas no reciben financiamiento más que lo aportado por personas de buen corazón. Este condenable hecho fue cometido no por menores de edad sino por dos adultos que ha ofendido en primer lugar a Dios; a quienes velaban por los animalitos; y, a su propia familia, aunque en papeles no sean dueños de la empresa familiar han manchado el buen nombre que por años ha construido su progenitor con esfuerzo y trabajo, por eso, la moraleja para todos es: pensar una, dos, tres, y siete veces antes de actuar porque así como hay padres responsables deben existir hijos responsables.