Hemos nacido por amor, para amar. Hemos nacido para ser felices y ayudar a los demás a que sean felices. Sin embargo, las costumbres aprendidas en la familia y en la cultura en donde se ha nacido influyen en la manera que cada uno tiene de percibir el mundo. Y es que “yo soy yo y mi circunstancias” (Ortega y Gasset). Las circunstancias en donde uno nace influyen en nuestra manera de vivir en el presente.
Pero es aconsejable, filtrar todo esos paradigmas o modelos de vida aprendidos en el hogar y en la cultura en la que se nació, para quedarnos sólo con lo bueno y útil. Lo que no sirve, hay que desecharlo. Todas las culturas tienen elementos muy valiosos, y otros que no lo son tanto. Digo esto, porque hay en nuestra mente una gran cantidad de miedos irracionales que en el presente no nos permiten ser felices y disfrutar de esta vida.
Uno de los miedos que no nos permite crecer y evolucionar es el “miedo al qué dirán”. Es cierto que hay personas chismosas a las que les gusta estar enteradas de todo con el objetivo de juzgar y criticar. Pero el problema es de ellas, no nuestro. Si quieren criticar, que critiquen. A algunas personas como que les es indispensable hablar mal de sus semejantes; si no lo hacen, se sienten mal. El problema es de ellas.
También es cierto que existen personas buena onda a quienes uno les puede confiar su vida entera, y de ahí no sale nada. No nos juzgan y no nos menosprecian. Nos permiten vivir en libertad. Por eso es importante superar nuestros miedos y prejuicios, para vivir más en libertad. El “qué dirán de mí” nos esclaviza y paraliza y nos limita a dar lo mejor de sí mismos para servir y amar. ¿Qué tan arraigada está “ese qué dirán” en usted?
Que no le preocupe lo que los demás digan de usted por lo que usted piensa, siente y hace. “Procura vivir en continuo vértigo pasional. Solo los apasionados llevan a cabo obras verdaderamente duraderas y fecundas. Te consume, mi pobre amigo, una fiebre incesante, una sed de océanos insondables y sin riberas, un hambre de universos y la morriña (tristeza) de la eternidad. Sufres de la razón. Y no sabes lo que quieres. No, no te engañas en los accesos de tu fiebre, en las agonías de tu sed, en las congojas de tu hambre. No solo son mordiscos los mordiscos que como tales sientes; lo son también los que son como besos. Te silban los que aplauden, te quieren detener en tu marcha los que gritan ¡adelante! Tápate los oídos. Y ante todo cúrate de una afección terrible que, por mucho que te la sacudan, vuelve a ti con terquedad de mosca: cúrate de la afección de preocuparte de cómo aparezcas a los demás”, (Tierno 2012, 238). Que no nos interese quedar bien con los demás. Usted sea feliz con lo que tiene y con quienes ha elegido para ser feliz.
Por lo tanto, sea leal con usted mismo, con usted misma. Trate de cuidar su esencia, su vocación. Pero no se quite la vida pensando en lo que los demás piensan de lo que usted hace. Usted haga lo que tiene que hacer sin miedo. Crea en usted mismo. La vida es una sumatoria constante de pequeños detalles: abrazos, besos, palabras y sonrisas. Disfrute su vida.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.