Uno de los talones de Aquiles de la humanidad en general, me atrevo a decir, es la poca habilidad de manejar emociones. Y es que somos seres sensibles, seres que no podemos vivir sin el contacto con los demás. Las relaciones de afecto entre unos con otros son esenciales para mantener una equilibrada salud mental.
“Dentro de ser humano hay un mundo por descubrir. Hay un tesoro escondido en los escombros de las personas que sufren. Solo los sensibles y los sabios los descubren”, (Cury 2016). En la medida en que descubramos ese mundo interno, vamos a poder respirar mejores emociones y sentimientos con nuestros semejantes.
Cuando tenemos conflictos con alguien, instantáneamente brotan en nuestro interior estados emocionales como la ira, el odio, la envidia y los celos. Y esos estados emocionales mal manejados nos conducen a un sin sentido de la vida. Así como se tiene la habilidad para pasar años molestos por el daño que nos hicieron hace décadas, así también tenemos que tener la habilidad para encontrar en nuestro propio pozo interior los valores y virtudes que pueden ayudarnos a tirar por los bordes toda esa basura.
Pero no es fácil. Cuando emocionalmente no estamos bien, sentimos que el mundo se nos viene encima. Y no es así, pero así parece. En esos momentos son necesarios los diálogos internos y externos para no ahogarnos en un vaso de agua. Aquí entra, desde mi punto de vista, el papel de Dios en nuestra vida.
En menos de dos años he perdido a seres muy importantes en mi vida. Las noches oscuras normalmente se pasan con la soledad y en silencio. Pero a lo largo de estos últimos dos años he sido testigo de cómo la mano de Dios ha estado conmigo. Eso sí, he tenido que trabajar duro para sobreponerme. Pero al mismo tiempo la misma vida me ha puesto a personas significativas que me han expresado esa dimensión humana del amor de Dios.
Entonces, los diálogos a solas con Dios, los diálogos con amigos y amigas, los diálogos con psicoterapeutas, los diálogos con las personas que amamos y nos aman, son la clave para encontrar ese equilibrio emocional, y no derrumbarnos, sino mantenernos de pie, a pesar de las tormentas.
Además, para mantener una excelente salud mental y que nada ni nadie nos destruya, es esencial acudir a fuentes sanas para alimentarnos: una buena lectura, un sauna, un masaje o alguna otra terapia alternativa que nos auxilie y nos ayude a deshacernos del mal humor, del estrés que nos agobia, porque caso contrario, nuestra inteligencia emocional se vendrá abajo y terminaremos haciendo daño por donde nos han hecho daño.
“Pérdidas y frustraciones forman parte de la vida de ricos y pobres, intelectuales e iletrados; lo que nos diferencia es la forma de lidiar con ellas”, (Cury 2016). Las desilusiones, las inseguridades, los temores, el sufrimiento, la depresión, la ansiedad, el estrés y el dolor ante la pérdida de una ser querido, son parte de todos; lo que marca la diferencia está en la manera cómo cada uno supera estas situaciones.
Considero que en lugar de rendirnos ante los retos de la vida, tenemos que levantarnos y continuar con la frente en alto en el camino de la vida. A un año de la pandemia del Covid-19, el estar vivos, es un milagro y una oportunidad que la vida y Dios nos está dando para servir y amar, a través de la vocación y profesión que cada uno ha elegido.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.