Los seres humanos experimentamos a diario muchísimas situaciones que generan en nosotros sentimientos de toda clase. El ir caminando en este camino de la vida implica experimentar en carne propio críticas injustas, chismes que nos inventan, persecuciones por hacer bien nuestro trabajo o por hablar con la verdad. Y habría razones suficientes para pasarnos la vida amargados y sedientos de que “quien me las debe me las paga”. Hay mucha gente que vive buscando la manera como se venga y se desquita del daño que le han hecho. Pero esta manera de proceder no es correcta ni ética.
Viene a mi mente la historia de Saúl y David (Sam 24, 3-21). Este texto narra que Saúl sale con más de tres mil soldados en búsqueda de David para matarlo. Saúl llega a un lugar llamado “las Cabras Monteses”. Por ahí había una cueva a la que entró Saúl a satisfacer sus necesidades. Resulta que David y su gente estaban en el fondo de esa cueva. David tuvo la oportunidad en sus manos de acabar con la vida de Saúl por el daño que le había hecho, pero no lo hizo. Le perdonó la vida. Y Saúl quedó agradecido con David.
Historias como ésta hay muchas. Todos hemos tenido experiencias con personas que nos han hecho daño. En el momento menos pensado, por cuestiones del destino, la vida nos pone en nuestro camino a esas personas. Y podemos desquitarnos y vengarnos por todas las que nos han hecho. Pero créanme que no vale la pena. Es mejor que otros, o que la misma vida se encarguen de darle un poquito de su propio chocolate.
A nivel político, de verdad, dan ganas de vengarse de toda esta partida de rateros y mafiosos que están aún en algunas instituciones del Estado y en las Cortes encargadas de defender la Constitución del país. Uno ve las caras de estos tales, y ganas no faltan de vengarse. Pero, no vale la pena. Hay que pedirle a Dios que un día les haga justicia y que prueben un poquito, en carne propia, de todo el daño que le han causado al país.
En todos lados hay gente mala. Hay personas que parece que no tienen nada qué hacer, y se levantan todos los días maquinando trampas para sus rivales. Gente mala la hay en todos lados: en el trabajo, en los grupos y las comunidades religiosas, etc. El mal no se duerme y siempre está buscando por dónde se mete. Este es el fin del mal en el mundo.
A pesar de haber experimentado en carne propia tantas persecuciones y críticas injustas, nunca asumamos una actitud de venganza. Si alguien nos hace daño, nosotros no le hagamos daño. Si alguien nos critica, nosotros no lo critiquemos. Nunca es bueno ser revanchista. Nunca es bueno desquitarnos del daño que nos han hecho. Como he mencionado más arriba, dejemos que la vida se encargue de darle a quien nos hizo daño lo que se merece.
No devolvamos mal por mal. Todo lo contrario: seamos buenos y compasivos con nuestros enemigos. El tener la capacidad de perdonar a quien nos hizo daño en algún momento de la vida, nos hace aumentar nuestra paz interior y nuestra felicidad. Pues está comprobado que la gente feliz jode menos.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.