El miércoles 7 de marzo, el presidente Jimmy Morales se manifestó sobre el papel que la Iglesia católica ha venido desempeñando a lo largo de estos últimos años. Parece que la Iglesia es una piedra que lastima el zapato presidencial, porque se le ha dicho que su gobierno no tiene rumbo, y que como mandatario del país, el puesto le queda grande.
Dijo el presidente: “La función de la Iglesia no es hacer política, la función de la Iglesia es evangelizar, dar las buenas nuevas, trabajar el espíritu de las personas”. Con estas palabras deja claro el presidente que no sabe nada de Doctrina Social de la Iglesia. En mi caso, como sacerdote católico, perteneciente a la orden benedictina, quiero afirmar que el papel de la Iglesia es denunciar las injusticias sociales cometidas, y proteger la dignidad de las personas desde la concepción hasta la muerte natural.
Ya en el Antiguo Testamento, los profetas denunciaban las injusticias sociales cometidas por los gobernantes de esa época. En el Nuevo Testamento, Jesús denuncia las injusticias sociales de su tiempo. Y nosotros, como buenos cristianos, debemos ser voz de los que no tienen voz, y hablar con la verdad. Creo que esto es lo que no le gusta al presidente, que se le diga que su gobierno no tiene rumbo y que debe gobernar con valores éticos.
No es primera vez que un presidente le dice a la Iglesia católica que no se meta en la política. Esto lo han dicho varios gobernantes latinoamericanos. Pero, la Iglesia no se está metiendo en política. Lo que la Iglesia hace es denunciar con claridad las metidas de pata de las autoridades.
Hace algunos días, el papa Francisco oficializó la canonización de Mons. Oscar Romero, asesinado en San Salvador el 24 de marzo de 1980. ¿Por qué mataron al arzobispo Romero? Precisamente por exigir que se respetara la dignidad de los más pobres. Como mencionaba antes, a la Iglesia no le interesa participar en política, porque tiene claro su papel. Pero no puede ni debe quedarse callada ante los desmadres de quienes dirigen los destinos de Guatemala. En una homilía del 29 de mayo de 1977, Mons. Romero afirmó, “la persecución es algo necesario en la Iglesia. ¿Saben por qué? Porque la verdad siempre es perseguida”.
Considero que, como cristianos en general, debemos seguir alzando la voz para defender los intereses del país, y no los de quienes creen que, por el poder y la autoridad que tienen, pueden hacer lo que se les de la regalada gana. Dice el refrán, “a Dios rogando y con el mazo dando”, o como dice Arjona en una de sus canciones, “con dos padres nuestros el asesino no revive a su muerto”. Como Iglesia, en mi caso como sacerdote, tengo la obligación de evangelizar, de predicar la Palabra de Dios y de preocuparme por la salud espiritual de las personas; pero, seguir a Cristo, no basta solo con hablar, sino que también hay que actuar.
La voz profética de la Iglesia debe continuar; es necesario “gritar” que las estrategias del Dios mesericordioso aniquilarán a los representantes del mal. El 21 de enero del presente año, en una reunión con obispos peruanos, el papa Francisco expresaba que la política en América Latina está enferma, muy enferma, y llamó a luchar contra el virus de la corrupción, que contagia todo. Encomendémonos a Dios para seguir luchando por una Guatemala más sana. Dios nos proteja a todos y todas.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.