Vivimos en una sociedad llena de ruidos externos. Con esos ruidos no podemos hacer nada, porque no dependen de nosotros. Pero también existen ruidos internos; y éstos sí que dependen de nosotros. Piense por un momento cuáles son esos ruidos más constantes en su vida y que no le dejan vivir en paz. Póngales nombre.
Los ruidos internos son todas esas voces que resuenan en nuestro interior, cuyas causas, a veces conocemos, y otras, desconocemos. Las causas de sus ruidos internos pueden estar en un ambiente malsano de trabajo, pueden estar en un clima familiar tóxico, pueden estar en relaciones de dependencia afectiva o bien pueden estar en un grupo en donde los chismes vienen y van.
Es importante entonces, identificar nuestros ruidos, ponerles nombre, descubrir su origen y hacer algo para reducir su influencia en nuestra vida. Caso contrario, los días, los meses y los años pasan y nos acostumbramos a vivir entre esos charcos de agua sucia. Recuerde que la vida es corta, y debemos aprender a disfrutarla aún en medio de las tormentas.
¿Cómo hacer para identificar esos ruidos que nos quitan el sueño? Haga silencio. El silencio es ausencia de ruidos. Busque un espacio para encontrarse con usted mismo. No tenga miedo de encontrarse con su verdadero yo. En términos espirituales el silencio permite encontrarnos con Aquel que sabemos no ama, es decir, Dios. Dios se hace presente en el silencio.
En 1Re 19, 3-15 se narra cómo Elías se sentó bajo un árbol y deseó la muerte. En seguida se acostó y se durmió. Al despertarse un ángel le llevó alimentos y algo de tomar. Luego se fue al monte Horeb y se metió en una cueva. Por último, el Señor le pide que salga de esa cueva y que se ponga de pie, porque el Señor iba a pasar. Vino un huracán, vino un terremoto, vino un fuego, pero Dios no estaba en esos fenómenos. Después del fuego se oyó una “brisa suave, tenue”. Y allí estaba Dios.
En la medida que usted haga silencio y ponga de su parte para eliminar ruidos externos e internos, estará en condiciones de encontrarse con su verdadero yo y podrá encontrarse con ese Ser divino que nos ama tal como somos y que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y sea feliz. Hemos nacido para ser felices en esta vida. No es justo complicárnosla más de la cuenta.
Hay una gran variedad de ruidos. Están los ruidos académicos, es decir, ruidos que tienen que ver con un examen privado, con la elaboración de una tesis, con unos exámenes de unidad, etc. Existen los ruidos familiares, los cuales tienen que ver con los chismes y comentarios injustos entre unos y otros miembros de la familia. Por otra parte, están también los ruidos afectivos y emocionales, es decir, esos ruidos que dependen de los enamoramientos mal sanos en los que hemos caído y que no encontramos el camino de retorno.
Así que, aunque le cueste, trate de hacer silencio de vez en cuando, porque es en el silencio en donde uno se carga de energías positivas, para enfrentarse a una realidad muchas veces llena hipocresía y maldad. Si no queremos sucumbir junto con la mediocridad ambulante por todos lados, dediquemos unos cuantos minutos al silencio y a la oración mental. Le aseguro que su vida se transformará.
“La oración es el medio más eficaz para que se realice la voluntad de Dios en nuestras vidas, entrando en comunicación directa con Él, sin intermediarios. Orar es más que hablarle a Dios, es colocarse en un estado de silencio interior en el que podamos escuchar lo que Él nos dice. Orar es escuchar el silencio y saborear su mensaje como se disfruta de una buena música”, (Peradejordi, 2011, pág. 45).
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.