El pasado 18 de agosto en el Desayuno de Oración, la jefa del MP Consuelo Porras habló acerca de los propósitos de Dios y dijo: “vamos con el firme propósito de seguir a nuestro líder superior y vamos a seguir la huella y la enseñanza que Dios todopoderoso ha tenido para nosotros, para que como lideres representantes de diferentes sectores podamos decir, todo nuestro compromiso, toda nuestra decisión, para seguir los pasos de Dios en favor del pueblo guatemalteco”. Este es el fariseísmo de los políticos del siglo XXI. Como dice Jesús: “tienen ojos, y no ven; tienen oídos y no oyen”, (Mt 13, 13). Ella es un ejemplo de cómo un laico NO debe proceder en la sociedad.
A veces los seres humanos nos convertimos en seres mediocres e intrascendentes, porque reducimos nuestra existencia al poder que nos da un puesto. Creemos que somos eternos, pero no. Los laicos (como ella) son los responsables de las realidades temporales y ordenarlas hacia Dios. Tienen como tarea principal estar inmersos en la sociedad, y desde ahí, transformar a la misma sociedad. Los laicos son responsables de hacer política y de administrar las instituciones del Estado.
Los laicos “tienen como vocación propia el buscar el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios. A ellos de manera especial les corresponde iluminar y ordenar todas las realidades temporales, a las que están estrechamente unidos, de tal manera que éstas lleguen a ser según Cristo, se desarrollen y sean para alabanza del Creador y Redentor”, (CIC 898). En otras palabras, los laicos tienen la misión de que esas realidades temporales como la política, la cultura, el deporte, el arte, entre otras, lleguen a la altura de Cristo. Sin embargo, la realidad, tristemente, es otra.
En Centroamérica, concretamente Nicaragua y Guatemala, están siendo gobernadas por laicos, a quienes lo que menos les interesa es el bienestar de su gente, sino el bienestar de sí mismos. Estos gobernantes creen que, por el poder que tienen, pueden hacer lo que quieran. Ojalá llegaran a comprender que, tarde o temprano, el poder lo perderán porque son seres finitos, y entonces beberán un poquito de lo que le están dando a su gente. Usan el nombre de Dios para apaciguar su conciencia, y no porque sean “buenos cristianos y honrados ciudadanos”, (Don Bosco).
El Catecismos de la Iglesia agrega que “la iniciativa de los cristianos laicos es particularmente necesaria cuando se trata de descubrir o de idear los medios para las exigencias de la doctrina y de la vida cristianas impregnen las realidades sociales, políticas y económicas” (906). Los laicos tienen el deber de impregnar los valores evangélicos en ese trabajo que desempeñan todos los días. Tienen que hacer su trabajo con excelencia y honradez. No se dejen corromper, porque el dinero mal habido se hace agua, se hace nada.
“Los laicos han de sanear las estructuras y las condiciones del mundo, de tal forma que, si algunas de sus costumbres incitan al pecado, todas ellas sean conformes con las normas de la justicia y favorezcan en vez de impedir la práctica de las virtudes. Obrando así, impregnarán de valores morales toda la cultura y las realizaciones humanas”, (CIC 909).
Ustedes los laicos deben convertirse en medicina para la corrupción y otras malas costumbres que algunos laicos tienen en la sociedad actual. No inciten al pecado. No se conviertan en fuente de pecado. Su responsabilidad es impregnar de valores éticos a una sociedad guatemalteca en decadencia.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.