Una de las características sustantivas de la educación (formal) es la construcción personal, que se refiere al desarrollo del educando en un contexto determinado, es decir en función de patrones socioculturales que se consideran un hecho.
Esto es positivo en cuanto a que responde a la necesidad de adecuar el proceso de enseñanza-aprendizaje a las condiciones del entorno, sin embargo, en una sociedad carente de valores y acomodada, ¿debe la educación corresponder a ese contexto? ¿Debe repetir los modelos de corrupción, falta de esfuerzo y justificación de las acciones en función del fin?
El mismo momento actual plantea la necesidad de una construcción personal basada, sí en el conocimiento del contexto, pero no para reproducirlo sino para cambiarlo. Se debe entonces ser crítico del entorno y plantear soluciones realistas para los principales problemas que presenta. Pero también practicar desde el acto educativo esos valores que hacen falta en la sociedad.
Lo anterior tiene una relación directa con uno de los planteamientos de la pedagogía crítica, que se refiere a que el educando construya su propio conocimiento, es decir, su propia perspectiva de lo que le rodea, claro que no arbitraria sino fundamentada, y sus propias teorías y propuestas para mejorar su realidad y la de sus grupos sociales.
Aunque se puede pensar que los centros de estudios no están obligados de manera directa a criticar y cambiar la realidad, es uno de los principales espacios para la generación de nuevas ideas; la academia debe entonces abanderar ese proceso de transformación social. Hay que hacer notar sin embargo, que no le corresponde esa función de manera exclusiva, porque el educando también participa en muchos otros espacios de interacción, que terminan influyendo (positiva o negativamente).
Para ello, es fundamental el papel del educador, que debe ser un ejemplo en cuanto a lo que pueda aportar en favor de comprender el contexto y avanzar en ese sentido.
No se deben de formar entonces, individuos que se adecúen al sistema, faltos de iniciativa, de responsabilidad; tampoco rebeldes sin un sentido, que protesten por todo pero no aporten.
Esto tampoco debe llevarnos al pesimismo, por el contrario, hay que aplaudir y replicar cada uno de los esfuerzos por alcanzar el progreso, y entonces sí hablar de una educación contextualizada en un mejor entorno.