Las redes sociales son una plataforma para acortar distancias en la comunicación, nos ayudan a estar comunicados y afianzar la relación que tenemos con personas a quienes físicamente no tenemos cerca. En contraste, y debido al mal manejo de estas, se dice también que nos alejan de las personas que tenemos cerca, y es que lamentablemente los avances tecnológicos tienden a ser adictivos, independiente de lo que cada quien busque llenar en su propia vida.
En esta línea de aceptación, muchas veces se comete el error de exagerar en la cantidad de publicaciones que se hacen, y si bien es cierto cada quien es dueño del perfil que ha creado y tiene la libertad de publicar lo que quiera, no se está exento de la responsabilidad que esto conlleva. En las diversas redes sociales cada quien tiene personas cercanas que, al igual que nosotros, están pendientes de las publicaciones de los demás, razón por la que, lejos de buscar una vana aceptación, debemos publicar con inteligencia, es decir, compartir cosas que en realidad sean de interés, y de paso edifiquen a quienes les compartimos; o al menos, que estas no sirvan para despotricar, insultar, burlarse o sacar todo sentimiento negativo que tengamos en el corazón.
Y es que en la era de la inmediatez, su uso está tan extendido que permite conectar a grupos de iguales, pero también a todo tipo de individuos que pueden descubrir en la pantalla de un teléfono, tableta o computadora, contenidos y datos que trascienden de la mera información pública, y a veces dejan al descubierto datos personales, cuyo uso puede afectar al desarrollo de adolescentes, adultos y hasta niños de edades tempranas.
Desde el envío del primer correo electrónico, allá por 1971, hasta los likes y retuits que se han convertido en palabras recurrentes del lenguaje cotidiano, las redes sociales se han vuelto parte fundamental de la interacción de los seres humanos. Aunque son cada vez más conocidas y utilizadas por una creciente parte de la población, la mayoría de los usuarios desconocen e ignoran los riesgos que conlleva el uso inadecuado de estos medios. Principalmente en manos de aquellas personas que hacen uso de las redes sociales con fines delictivos y de invasión a la privacidad.
En cuanto a redes sociales, mientras menos información personal publiquemos, menor será el riesgo de sufrir alguna anomalía. Tener más o menos amigos/seguidores que otros no refleja lo interesante o sociable que puede ser una persona, mucho menos si tiene una holgada calidad de vida, por lo cual, debemos contener nuestros impulsos por publicar cualquier cosa que nos ponga en riesgo; y así evitar tener una segunda vida en internet.
Conocer la configuración sobre la privacidad y aplicar cambios en este apartado evitará que nos relacionemos con desconocidos, que nos etiqueten en fotos que no deseamos, que nos vinculen con asociaciones, cultos o actividades que no son de nuestro interés, que personas ajenas lean o utilicen nuestra información y la aprovechen de manera malintencionada, o algo tan simple como evitar que las apps de juegos publiquen contenido sin permiso.
Recordemos que las redes sociales son simplemente extensiones o aplicaciones creadas para comunicarnos de manera más fácil, no deben absorber nuestra vida ni cambiar nuestros hábitos. Usarlas de manera responsable mantendrá la armonía en nuestra vida cotidiana.
Lamentablemente en estos medios siempre gana el juego de emociones y el dominio de las masas, pues indiferente de edades, género o escolaridad, todos somos vulnerables a caer en este tipo de manipulación. Por eso debemos ser más inteligentes en cuanto a lo que leemos, nos gusta y compartimos en las redes sociales de las que hacemos uso; recordando que, aunque tenemos total libertad en nuestras publicaciones, estas tienen un alcance difícil de calcular y también son una carta de presentación; volviéndose hasta cierto punto nuestra marca personal.
Mercadóloga especialista en Gestión de Proyectos. Capacitadora, motivadora, estratega y analista empresarial.