La educación —según el enfoque— persigue muchos objetivos. Uno de los objetivos genéricos, indiscutiblemente, ha de ser la de formar hombres cultos. Pero ¿Qué es ser hombre culto?».
Al respecto, Anton Chejov (1886), escribió a su hermano, a manera de recomendaciones, ocho características o condiciones de una persona cultivada, es decir, culta. A continuación comparto:
“Respetan la personalidad humana y, por eso son siempre amables, gentiles, educados y dispuestos a ceder ante los otros”. Más que la personalidad humana —agregaría—, respetan la dignidad humana. Es decir, no respetan a la persona por su condición económica, pertenencia étnica, participación política, credo religioso, sino por su dignidad humana. Pero este respeto debe ser genuino. Al respecto, usted ¿Conoce a una persona con estas cualidades? En mi caso, puedo mencionar al padre Gonzalo de Villa, él atiende y escucha a cualquier persona con tanta humildad, no obstante, su formación, títulos y puestos ocupados en la sociedad.
“No sólo tienen simpatía por los mendigos y los gatos. Les duele el corazón por aquello que sus ojos no ven”. Los hombres cultos están al servicio de los demás, no se pierden por tener riquezas sino por ayudar a los necesitados. Comparten y valoran lo que tienen. Además, practican, en todo lo que hacen, la empatía.
“Respetan la propiedad de otros y, en consecuencia, pagan sus deudas”. Son hombres responsables, respetan el valor de la palabra. Son honestos y transparentes, estos hombres llegan a ser excelentes funcionarios porque respetan los recursos que el pueblo o la institución les confían administrar. Regularmente, no adquieren deudas, porque impulsan sus proyectos con lo que tienen y si adquieren, solo lo que racionalmente pueden pagar.
“Son sinceros y temen a la mentira como al fuego. No mienten ni siquiera en las pequeñas cosas. Una mentira significa insultar a quien escucha y ponerlo en una posición más baja a ojos de quien habla. No aparentan: se comportan en la calle como en su casa y no presumen ante sus camaradas más humildes”. Esta cualidad es una de las más sublimes de las personas cultas. Conjugan el ser con el hacer.
“No se menosprecian para despertar compasión”. Son hombres que han desarrollado alta autoestima, autoconcepto y autoconocimiento, críticos y propositivos, pero, son humildes, es decir, saben que tienen fortalezas, pero, también debilidades. Comprenden el fenómeno de la dualidad de la vida.
“No tienen vanidad superflua”. No se sienten superiores a nadie, comprenden que hay condiciones de la vida que pueden cambiar y otras que no. No son conformistas, pero, día a día buscan la superación. No se sienten superiores por los puestos que ocupan.
“Si tienen un talento, lo respetan”. Para las personas cultas, lo único permanente es el cambio, como sentenciara Heráclito en la antigüedad. Se esfuerzan porque cada día sean mejores para servir mejor a los demás.
“Comienzan por desarrollar el sentido estético en sí mismos”. Para ellos, todo lo que hacen es un arte o un servicio. Tienen excelente vocabulario y relaciones humanas. Entonces, todos debemos procurar ser cultos.