Los teólogos nos indican que no hay que confundir la NAVIDAD –en el mundo cristiano, festividad anual en la que se conmemora el Nacimiento de Jesús- con la NATIVIDAD –nacimiento, acto de nacer–, sin embargo, usando nuestro sentido común, ambas palabras se refieren al acontecimiento más grande visto en el mundo cristiano, es importante acotar la existencia de muchas religiones, países o culturas donde no se celebra esta fecha como tal.
La historia nos refiere que en Occidente la celebración de estas fechas se empezó a dar a mediados del siglo IV, para ser más específico, en Constantinopla se celebró por primera vez –año 379-, luego, ya es de nuestro conocimiento el inicio de la celebración en tierras americanas.
En relación al día y año, definitivamente no hay certeza de la fecha en que ocurrió el Nacimiento de Jesús, los teólogos y sacerdotes de aquellos años fallaron y, entonces, fue “acomodado” de acuerdo a otras circunstancias o acontecimientos, por ejemplo la pascua, el solsticio de invierno, etc.; lo que sí es cierto, el Nacimiento de JESÚS llamó la atención de religiosos, políticos, militares y personajes influyentes de aquel entonces, la razón, iba a nacer una persona que revolucionaría todos los estratos sociales, presentes y futuros. Con el Nacimiento de Jesús, la historia de la humanidad tiene un antes y un después, un Antiguo y un Nuevo Testamento, etc.
Hoy por hoy, con el transcurrir de 2017 años –años más, años menos– de aquel acontecimiento, perdimos el verdadero significado de la Navidad, nos importa más la fecha, y no el personaje nacido en esa fecha. Celebramos el día, y no al niño nacido en ese día. Se nos olvidó complemente la razón principal del nacimiento del niño.
Estamos preocupados, afanados, distraídos, entretenidos, incluso estresados, por no tener la posibilidad de comprarnos la ropa, los mejores fuegos artificiales, el vehículo o incluso el viaje al extranjero, y así pasar una “feliz” Navidad. Iluminamos y adornamos nuestras casas, oficinas, edificios, etc., con luces artificiales, nuestros nacimientos, están “bellamente” decorados con árboles artificiales, globos, trencitos eléctricos y en el centro está nada más y nada menos ese personaje mitológico, rojo y gordito –Santa Claus–, que se pasa todo el tiempo diciendo «jo, jo, jo»; por el amor a Dios, ¿dónde dejamos el pesebre, los pastorcitos, las ovejas, los tres reyes magos, el oro, el incienso y la mirra, y sobre todo, dónde está el niño Jesús? ¿Verdad que estamos haciendo mal las cosas?
Si no pudimos comprarnos ese regalo que tanto soñamos, si no pudimos iluminar y adornar nuestra casa y árbol, pues, no se pudo y punto, ¡no pasa nada! El tiempo es inexorable y la Navidad pasa, preparémonos y prioricemos nuestras necesidades y así hacerle frente a tanto bombardeo publicitario; lo importante es la paz, amor, confraternidad, solidaridad y comprensión entre los miembros de nuestra familia, vecindario y comunidad, busquemos al vecino al familiar que por muchos años no hemos visto, y démosle un apretón de manos, un fuerte abrazo, creo sin temor a equivocarme, ese sería el mejor regalo que podríamos intercambiar y eso debería ser la verdadera Navidad.
Hagamos y/o propiciemos nuestro ambiente navideño, para reflexionar, meditar y tomar una actitud de arrepentimiento y hagamos votos para mejorar nuestras relaciones interpersonales, laborales, empresariales, de esta manera estoy casi seguro que, así y solo así, abonaremos por un país más solidario con principios y valores.
Reitero, un pensamiento que propició cambios sustanciales en mí, lo comparto nuevamente con ustedes: Aunque Jesús sigue naciendo miles y miles de veces en Belén, pero si no ha nacido en nuestros corazones, seguiremos eternamente perdidos.
Que pasemos todos una ¡VERDERA FELIZ NAVIDAD!
Contador público y auditor, docente universitario y ex alcalde comunitario.