El recién pasado 27 de julio la Arquidiócesis de los Altos celebró 100 años de fundación. Este primer centenario de existencia marca un antes y un después en el caminar pastoral de la misma. Esta iglesia particular comenzó a dar sus primeros pasos a penas tres años después de la Primera Guerra Mundial. Le tocó experimentar los efectos de una Segunda Guerra Mundial (1939-1944). Después de esta guerra comienzan a surgir en América Latina algunas dictaduras opresoras. Y Guatemala no fue la excepción. En la década de los sesenta comienza el conflicto armado interno que duró 36 años, hasta que se firma la Paz firme y duradera en 1996; por lo menos en papeles.
Entre los años 60s y 80s comienza a ingresar al país un número considerable de iglesias y sectas religiosas que proponen la idea de un Dios espectáculo, un Dios teatral. Hacen del culto una especie de show. La problemática política del país, la escasez de fuentes de trabajo, y los problemas de índole personal, hacen que algunos cristianos católicos se vayan a la iglesia que más aplauda.
Al respecto, Mons. Molina, actual Obispo de esta Arquidiócesis en su Carta Pastoral en ocasión del centenario, afirma: “La multiplicación de iglesias, asambleas, congregaciones y sectas religiosas, el formato de espectáculo que adquiere en algunas de ellas el culto y el tránsito que muchas personas realizan de una a otra acaba por transmitir la idea de que Dios es un entretenimiento, es asunto de gusto y de comodidad, es un Dios trivial, de poca importancia. Dios y la religión acaban por ser una actividad marginal, algún día de la semana, con poca incidencia en el resto de las actividades personales. Hay excepciones. Hay personas que se toman su fe en serio”, (No. 19).
Entre estas luces y sombras, la iglesia ha estado ahí siempre. Ha acompañado a quienes se han dejado acompañar por ella. Ha hecho todo su esfuerzo por motivar a sus fieles para que se tomen en serio su fe. Creo que la proliferación de iglesias en el siglo XXI se debe a que muchos cristianos han construido su fe sobre arena, razón por la cual no han logrado permanecer y ser leales a esa fe profesada desde la niñez. Se cree que ocho mil cristianos católicos se van diariamente a otras iglesias en América Latina. ¿Por qué? La primera razón es por ignorancia; la segunda por haber puesto su fe en una persona humana y no en la persona de Jesucristo.
Pienso que todos necesitamos tomarnos en serio nuestra fe. Es importante que nosotros los sacerdotes nos esforcemos por mermar la fuerza de fenómenos como la secularización y la trivialización en el ejercicio de nuestro ministerio. Una manera de plantarnos frente a estos fenómenos socio-culturales es tomándonos en serio nuestro ministerio, eliminando todo tipo de estereotipos y prejuicios adquiridos en los contextos donde nacimos y crecimos. Es importante filtrar costumbres y maneras de pensar que ya no van con el modelo eclesial que propone el Concilio Vaticano II. Este tema lo aborda Mons. Molina en su carta pastoral, (17-19).
Por otra parte, es esencial también que las Hermandades, Sociedades, Asociaciones, Consejos y cuanto grupo hay en las parroquias, se tomen en serio su fe. Que aprovechen los aniversarios y novenas para cultivar su fe, para madurar en su fe, para interiorizar la palabra de Dios y que no se queden sólo con la simbología externa: flores, bombas, conciertos y guaro. Todos los grupos parroquiales deben filtrar sus actividades, y dejar de hacer aquello que por tradición lo han hecho así siempre, pero que no concuerda con los lineamientos de la iglesia. ¿Cuál es su motivación profunda del por qué están en el grupo que están? ¿El dinero? ¿El poder? ¿El prestigio? Nuestra motivación profunda debe ser siempre el reino de Dios predicado por Jesús.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.