El pueblo de Israel, en Samuel 8, 4-7. 10-22, se presenta como un pueblo terco y testarudo. Se le metió en la cabeza la idea de que quería un rey, para ser gobernado como los otros pueblos, y nadie pudo sacarle esa idea de la cabeza. Se les advirtió que les obligaría a trabajar sus tierras, que les quitaría sus mejores campos, que les exigiría el diezmo, etc., pero no escucharon, y terminaron mal.
Gente terca la hay por todos lados. En la política, gracias a Dios ya terminó su tiempo un presidente testarudo que nunca escuchó la voz del pueblo de Guatemala. En el MP hay tante gente terca, que sabiendo que está haciendo mal las cosas, siguen cometiendo los mismos errores. Su testarudez la pagarán muy caro. Por el momento tienen el poder, pero el poder es temporal. En poco tiempo ya no lo tendrán y entonces la tortilla se les volteará. Pero no entienden. Son necios.
A nivel de iglesia, también hay gente terca y testaruda. Se les explica de mil maneras que las cosas no son como ellos las ven y que, por lo tanto, deben proceder de otra manera, pero insisten e insisten, porque creen que ellos tienen la razón, y no entienden; o, mejor dicho: no es que no entiendan, sino que no quieren entender. Estos laicos tercos y testarudos son los que se dedican a poner trampas y más trampas, porque según ellos, las cosas no están funcionando bien. Este tipo de laicos le hacen mucho daño a la iglesia.
En la vida religiosa también hay gente terca. Muchas veces los superiores le dicen a un hermano o hermana que cambie su desobediencia por obediencia, pero no escuchan. Siguen creyendo que los tercos son los superiores y no ellos o ellas.
Pero también en la familia hay personas tercas. ¡Cuántas veces los papás les dicen a sus hijos que cambien, y no cambian! En el seno de los hogares hay padres de familia tercos. Se les dice que están metiéndose a camisa de once varas, pero no hacen caso. Hay hijos e hijas tercas. Los papás les dicen que no salgan y salen; que regresen temprano, y regresan tarde.
En las empresas también hay trabajadores testarudos. Se les dice un montón de veces que están procediendo mal y que por lo tanto deben mejorar su comportamiento, pero se hacen los locos y siguen portándose de la misma manera.
En muchos otros espacios de la vida social abundan las personas tercas y testarudas. Creen que tienen la razón en todo y que como ellos no hay nadie. Y entonces cometen, una y otra vez, el mismo error, porque creen que las cosas son como ellos las piensan y las ven. Son incapaces de reflexionar en que las cosas pueden verse desde otras perspectivas.
Para todos aquellos que en más de alguna ocasión hemos sido tercos, les recomiendo que reflexionen sobre su manera de actuar y que cambien. Es muy sano e importante en la vida, aprender a escuchar las posibles consecuencias negativas de nuestras acciones. Normalmente las personas tercas, tarde o temprano terminan mal. Es trascendental “escuchar” con una mente abierta y un corazón de carne. Aprenda a escuchar. Bien dice el refrán que el que no se lleva de un consejo nunca llega a viejo.
Las personas tercas normalmente son personas con una mente cerrada, con miedo a los cambios. Son personas que se sienten cómodos con lo que vienen haciendo desde hace muchos años; y asumir una actitud diferente les parece estúpido. ¿Cómo actuar ante una persona terca? Seamos pacientes. Evitemos la confrontación y seamos asertivos. No discutamos con una persona terca. Discutir con una persona terca es gastara pólvora en zanates.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.