El sufrimiento es parte de la vida humana. Las razones por las cuales se sufre son diversas, como diversas somos las personas. Algunos sufren por la pérdida de un ser querido, otros por problemas en la pareja, por enfermedades, crisis económicas o por las malas decisiones que se hayan hecho en la vida. La verdad es que se sufre desde la concepción hasta que se muere.
¿Cómo asumimos el sufrimiento humano? ¿Cuál es mi actitud ante los problemas, las enfermedades y las pérdidas que se han dado en mi vida personal y familiar? El reto en esta vida consiste en encontrarle “sentido” al sufrimiento cotidiano; hay que asumirlo e integrarlo. El sufrimiento integrado no pesa demasiado; todo sufrimiento que no se asuma, será una cruz insoportable. El sufrimiento deja de ser sufrimiento cuando tomo conciencia que “eso” que me pasa me pasa por algo, que en el momento no me explico, pero que con el pasar del tiempo voy descubriendo las razones.
El sufrimiento con sentido vale la pena; el sufrimiento sin sentido, conduce a la depresión y a la muerte. Es bueno preguntarse ¿Cuál es mi actitud ante el sufrimiento? Y dependiendo de la respuesta, así será la actitud asumida ante el mismo.
Piense en algún sufrimiento que haya o esté experimentando. Se preguntará ¿Por qué sufro si yo no estoy haciendo nada malo? ¿Por qué el que hace daño no le pasa nada? La verdadera respuesta al sufrimiento humano la vamos a encontrar en el Hijo de Dios muerto en la cruz. El sentido de su muerte fue “salvarnos”. Lamentablemente se le sigue asesinando y marginando en todas partes del mundo, y Guatemala no es la excepción. Cuando un justo sufre, es Él quien sufre; cuando una madre llora la pérdida de un hijo, es Él quien sufre; cuando una persona tiene hambre y sed, es Jesús quien sufre.
Jesús en la cruz dijo: Tengo Sed. Entonces le dan una esponja empapada de vinagre y le traspasan el costado con una lanza (Jn 19, 28-37). Aquí y ahora hay miles de personas que siguen gritando tengo sed de escuchar la Palabra de Dios, tengo sed de justicia, de perdón, tengo sed de honestidad en las instituciones públicas y privadas. Jesús murió en una cruz para salvarnos. En la sociedad actual, Jesús sigue gritando: Tengo sed de paz, de misericordia y reconciliación en las familias, en la Iglesia, en las comunidades laicas y religiosas. A veces, el ansia y abuso de autoridad terminan convirtiendo a las instituciones en verdaderos cementerios.
Ojalá cada uno de nosotros esté dispuesto a darle sentido al sufrimiento que actualmente está viviendo, porque Jesús, con su sufrimiento en la cruz, nos enseñó que aunque estemos en las peores circunstancias de la vida, no hay que rendirse, no hay que bajarse de la cruz. En el sufrimiento se prueba nuestra fe. El sufrimiento conduce al éxito y a la santidad. Escuchemos a quienes desde una cruz gritan: Tengo sed de perdón, de amor, de paz, de reconciliación e integridad. Tenemos la obligación de escuchar y hacer algo por ellos. Comencemos a escuchar y hacer algo con los que están cerca de nosotros.
Algo que sí hay que tener claro es que, para liberar del sufrimiento a los demás, primero tengo que liberarme de mis sufrimientos e integrarlos en mi propia vida. Caso contrario, mis palabras serán paja se lleva el viento.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.