“Todos nacemos bien, pero en el camino nos convertimos en sapos”, (Eric Berne). Desde que entramos en contacto con otras personas, comienza a gestarse una parte negativa en nosotros. Los primeros siete años de vida son determinantes en la formación de nuestra personalidad. Esos mensajes negativos que recibimos de quienes nos cuidan durante los primeros años de vida, forman una especie de sombras, las cuales se van fortaleciendo con el pasar de los años.
Todos queremos hacer el bien, pero como que hay una fuerza interna que nos mueve a hacer lo contrario. Es lo que San Pablo se preguntaba: ¿Por qué no hago el bien que quiero sino el mal que no quiero? (Rm 7, 19). No hacemos el bien que queremos, sino el mal que no queremos. Y esto pasa en todos los ámbitos de la vida. Posiblemente, no queremos hacer daño con nuestra manera de expresarnos o de actuar hacia los demás, pero sin querer, les hacemos daño. Esas personas que sufren las consecuencias de esas sombras existentes en nosotros, son los miembros de nuestra propia familia, y por supuesto, las personas con quienes nos relacionamos todos los días en otros espacios.
En la edad adulta, es conveniente hacer un alto en nuestra vida, y hacer conciencia de la existencia de esas sombras en nuestra vida. Una vez descubiertas, hay que ponerles nombre y apellido, y proponernos buscar ayuda para liberarnos de ellas. Porque si no nos liberamos, se convierten en una cruz muy pesada que nos afectará hasta el final de nuestra vida.
La vida nos da oportunidades para reflexionar. Pero no esperemos buscar ayuda mañana o el próximo mes. Si de verdad queremos hacer cambios positivos en nuestra vida, hay que buscar ayuda aquí y ahora. Porque mientras más dejemos pasar el tiempo, más daño provocarán en nosotros esas sombras. Recordemos que mientras estemos vivos todo es posible. No dejemos pasar los días para hacer esos cambios que siempre hemos querido hacer. A veces uno dice: mañana cambio; pero ese “mañana” muchas veces, nunca llega.
En ciertos momentos de la vida perdemos la capacidad de ver la salida de sol. Creemos que nuestra vida siempre está nublada y con tormentas. Pensamos que la batalla está perdida y ya nada se puede hacer. Lo que se necesita hacer en este momento es dedicarnos un poquito de tiempo, refrescarnos con una buena lectura y con un buen momento de oración con Dios, para luego continuar nuestra peregrinación hacia esas metas que nos hemos propuesto alcanzar.
Las sombras de nuestra personalidad pueden ser iluminadas; incluso, pueden desaparecer. Lo que hay que hacer es tomar conciencia de que existe en nosotros una parte oscura. Hay que aceptar que existen en nosotros ciertas sombras. Bien afirmaba Carl Jung: “Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz, sino haciendo consciente su oscuridad”. Este es el principio de la sanación: reconocerlas.
Que nuestro reto sea hacer todo lo posible por iluminar ese lado oscuro de nuestra personalidad. El día que iluminemos ese lado oscuro de nuestra personalidad, ese día nos transformaremos en mejores personas. Hemos venido a este mundo por amor y para amar. Hemos venido a este mundo para ser felices. Hemos venido a este mundo para no complicarnos la vida y no complicarles la vida a los otros.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.