Hace algunos días celebramos en Guatemala un aniversario más de nuestra independencia, con el título de «libertad, 15 de septiembre de 1821«. A pesar de que algunos guatemaltecos se las ingeniaron para celebrar un año más de independencia con antorchas y desfiles en sus propios pueblos, no deja de sentirse ese mal sabor que las autoridades de turno le han dado al país de la eterna primavera.
Desde que tengo uso de memoria de este país, he venido viendo cómo los gobiernos de turno se han encargado de esclavizar y pisotear a quienes los han llevado a ocupar los puestos públicos. Pero casi la mayoría son una vergüenza de funcionarios.
Guatemala está viviendo uno de sus peores momentos de su historia. Hay un grupito de malos guatemaltecos que se han instalado en ciertas instituciones del Estado (Congreso, Ejecutivo, Ministerio Público, Procuraduría de Derechos Humanos, Universidad de San Carlos, entre otras), y no quieren soltar el hueso, porque les parece un medio eficaz para enriquecerse a costillas del pueblo de Guatemala. Su silencio y nula gallardía para evitar los desmadres cometidos los hace cómplices de la peor violación de los votos de los guatemaltecos.
Ya el pueblo habló el 25 de junio y el 20 de agosto, y les envió un claro mensaje de rechazo. Pero no quieren entender. Yo soy un ciudadano común y corriente, que no sabe mayor cosa de leyes, pero me doy cuenta de las barbaridades que han cometido y que seguirán cometiendo; y parece que nadie les dice nada.
El Ministerio Público necesita un exorcismo urgente. El diablo está suelto en este ente de justicia. Según ellos y quienes los protegen son un ente respetuoso de las leyes de Guatemala. Pero según los medios de comunicación nacionales e internacionales, este ente se ha encargado de manipular las leyes a su antojo.
Cuando los funcionarios de un país comienzan a gobernar sin ética y al margen de Dios, todo el sistema se viene abajo. Solamente ellos son los que no se dan cuenta de sus acciones inmorales y anticristianas. La avaricia y el abuso de poder los ha convertido en los líderes más odiosos de todos los tiempos.
Estos funcionarios han hecho realidad la famosa frase de Nicolás Maquiavelo: «el fin justifica los medios». No les importa acusar a quien sea, no les importa abrir las cajas sagradas electorales, no les importa nada, con tal de lograr su fin: mantenerse en el poder.
El futuro para Guatemala es incierto. Es en estos momentos en los que los buenos cristianos tenemos que pedirle a Dios que pronto cese este acoso a la democracia guatemalteca, y así podamos ver nuevamente un nuevo amanecer en nuestro país.
Estos funcionarios corruptos, al final de sus vidas, le tienen que rendir cuentas a Dios de sus malas acciones. Creo en la justicia divina, y de ésta no se liberarán.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.