Mucho se ha dicho sobre el trabajo, y hoy quiero también dar mi aporte. La mayor parte de los seres humanos históricamente ha visto el trabajo como una maldición de parte de Dios a los hombres por haberle fallado. A raíz de eso se han escrito canciones populares o frases que ponen el trabajo como una carga sin sentido, obligándonos a hacerlo cada mañana. Frases como: “ el trabajo es sagrado, no lo toques “ o bien: “ el lunes ni las gallinas ponen “. Respecto a esta última frase, cuando alguien hace mención en mi presencia siempre les comento que eso no es cierto, ya que mi madre tuvo crianza de gallinas y siempre ponían huevos los días lunes (sarcasmo). Alguien mencionó una vez que hay trabajos que son difíciles pero que lo más difícil es no tener trabajo. Hay personas que lloran y gimen cuando no tiene un trabajo, pero cuando lo tienen lo desprecian como si tuvieran muchas oportunidades a escoger. Ciertamente el trabajo se llama así porque representa “ trabajo “, lo cual significa que siempre va haber una dosis de estrés y cansancio al final de cada día y al final de cada semana.
La intención de este artículo es ver la perspectiva divina en relación al trabajo. Y para ello traigo a colación lo que el apóstol Pablo dijo en con Colosenses 3:23-24: “ Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo, conscientes de qué el Señor los recompensará con la herencia. Ustedes sirven a Cristo el señor “. Todo trabajo siempre representa un servicio a alguien más. Cada vez que nosotros, cada mañana vamos hacia nuestro trabajo es porque nos encontraremos con alguna persona que necesita de nuestros servicios. De allí la importancia que el apóstol Pablo menciona que debemos hacerlo de muy buena gana. Cuántas veces nos hemos quejado de personal que está al frente de la recepción de una empresa de una clínica, de una oficina etc., que nos recibe de una forma que dan ganas de retirarse inmediatamente. Hay que recordar que el segundo grande mandamiento que Jesús dio fue el amar al prójimo como a nosotros mismos. Cada vez que nosotros ayudamos a alguien a través de nuestro trabajo debemos pensar en que lo estamos haciendo como para Dios y no para nadie en particular. Si hacemos esto debemos estar conscientes que Dios recompensará a cada ser humano que aún sirviendo un vaso de agua como lo dijo Jesús premiará las acciones que nosotros hagamos con otro ser humano. Demás está recordar que el trabajo sirve también para proveerles a las necesidades de nuestra familia, y por qué no decirlo, para gustos particulares. Por eso es importante cambiar nuestra actitud respecto al trabajo y respecto a los dueños de las empresas. Una buena acción es orar para que la empresa crezca, porque en el crecimiento de la empresa para la cual laboras, también estará tu crecimiento personal y tu crecimiento económico.
No olvides que por más difícil que sea tu trabajo siempre lo más difícil será no tenerlo.
Cardiólogo - Coach/Conferencista coachedwinibarra@gmail.com