Tiempo jugado con niños, nunca es perdido.
El maestro dice a los alumnos: “Hoy vamos a estar alegres, aunque no aprendamos nada”. También los padres pueden decir eso en casa a sus hijos: “Hoy vamos estar felices, aunque no avancemos en nada”. Esto rompe el paradigma de, que le tenemos que sacar provecho a todo. No se vale perder la felicidad por conquistar conocimientos. La vida del ser humano es demasiada corta para desperdiciarla en cosas banales.
En la escuela, los niños que presentan problemas, mejoran significativamente si el docente hace mínimo un juego diario. Estudiantes que presentan retraimiento, con los juegos cooperativos son más extrovertidos. Jóvenes que hacen bullying a los que ven débiles, con el juego colaborativo mejoran el respeto. Señoritas que denotan una falsa superioridad, con las risas en grupo, rompen las barreras. Tal parece que la amargura de la enseñanza, saca el mal de sus corazones, y la alegría compartida, la bondad.
El juego divertido es lo natural, la seriedad es lo anormal. Muchas de las especies de la naturaleza tienden a jugar, principalmente en la infancia. El juego nos regresa al estado originario, que es el bienestar personal y social. El estrés, cuando excede nos pone irritados, enojados y luego debilitados.
Los adultos ponemos una barrera de inicio ante el juego, pero ya superada, nos sentimos en nuestro ambiente. Hay adultos con cara amargada y músculos tensos que, los ponemos a jugar, y solo con verles sonriendo, viendo a los a ojos a otro, ya es una gran ganancia.
Hay tantas formas de jugar y casi se puede hacer con cualquier cosa o situación. Hasta una hoja de papel arrugada se convierte inmediatamente en una pelota. Los vasos de cartón pueden servir para tiro al blanco, con hules. O con un marcador se les puede pintar caritas con las emociones. Luego un vaso calado sobre otro, al girarlo va revelando diferentes caritas.
Con las pajillas de plástico, unidas a pinchos de madera, pegadas a tapitas de plástico de sodas vacías, más un globo inflado… se puede fabricar veleros impulsados por viento al irse desinflando el globo. O con paletas de helado, ganchos de ropa de madera, limpia pipas de colores, cartulinas de colores, cajas de cartón… se puede inventar cualquier juego. Diría Albert Einstein: “La creatividad es la inteligencia divirtiéndose”.
Es importantísimo que, como educadores, procuremos contrarrestar la tendencia que tenemos a competir, a declararnos ganadores, a festejar sobre la derrota del otro. Para ello, enfocar la atención a la diversión del momento, desviándola de la victoriosa cumbre. Evitando la burla, que es señal de que somos malos perdedores. Orientarlos a ser un buen ganador y un buen perdedor. Más de reír con… y menos de reírse de… También idear que los juegos de competencia se conviertan en sin competencia. Jugar solo por jugar. Que el camino sea la meta. Que los niños y niñas recuerden al padre, al educador, con una sonrisa en el rostro. Le dejo la siguiente frase para que reflexione: “La mejor herencia… es tiempo de alegre convivencia”.
Psicólogo clínico con más de 25 años de experiencia, docente universitario, escritor de temas de salud mental para la familia, la pareja y el niño. <strong>YouTube:</strong> Mil tips de Salud Mental y Escalón Infantil <strong>Facebook:</strong> Oswaldo Soto Psicólogo