El miércoles 16 de mayo, la ciudad altense fue sorprendida por una torrencial lluvia, cuya duración e intensidad fueron superiores a todas o por lo menos a muchas otras. Era impresionante ver la cantidad de agua que cayó en la ciudad.
A eso de las 17.30 pasé por el puente Domingo Betancourth, todo era normal, sin embargo, sabía que ese sector se inunda cada vez que llueve, a los pocos minutos efectivamente era imposible el paso.
En el ingreso a la colonia Molina, en el Calvario, La Línea y en muchos otros sectores y barrios de la ciudad se inundaron calles y avenidas. El agua ingresó a cientos de viviendas. No quiero imaginar el terror que vivieron los habitantes, especialmente los niños.
Automóviles volcados, arrastrados por la corriente, incluso fueron salvadas dos tripulantes de morir.
El trafico en las calles y avenidas fue un caos, ya sea en vehículo o a pie, era imposible no atemorizarse de lo que estaba pasando, tapaderas de drenajes levantadas, lo que constituyó un verdadero peligro.
Lo sucedido dejó claro que «no estamos preparados para los eventos de la naturaleza», si estos eventos naturales son normales, se convierten en desastres debido a la falta de previsión de las autoridades. Existe una unidad de riesgos en la municipalidad que debía tener un plan de contingencia de activación inmediata. La policía de tránsito debió coordinar el trafico de inmediato, pero ni eso, que es mínimo, se tiene planificado.
Por supuesto que los responsables somos todos los ciudadanos que vivimos o visitamos la ciudad, primero por no colocar la basura en su lugar y segundo por elegir a las actuales autoridades municipales y gubernamentales.
Pero sea por una u otra razón, esto de ninguna manera es excusa para que el señor alcalde y su Concejo se justifiquen de no tener acciones encaminadas a resolver el problema.
La administración de Rigoberto Quemé dejó en la municipalidad el plan maestro de drenajes, puede ser que ya sea obsoleto, pero puede actualizarse. El Centro Universitario de Occidente entregó estudios realizados por investigadores con propuestas de solución. Estos insumos están allí, de seguro pueden ser un punto de partida.
Las pérdidas económicas son incalculables, algunos dilapidaron su vehículo, repararlo puede salir caro. Los aparatos y muebles de los hogares inundados. A esto hay que sumar las enfermedades que requieren de recursos para curarse. Y, por último, pero más grave, lo psicológico, el impacto en la niñez puede ser irreversible.
Para solucionar el problema no se requiere recursos financieros, porque de seguro dirán que no los hay. Lo urgente es voluntad política para buscar respuestas a una problemática de más de 20 años.
Profesor universitario, académico, profesional de las Ciencias Económicas.