“El Señor te ha elegido por el amor que te tiene”, (Dt 7, 6-11). Esto le dice Moisés al pueblo de Israel. Lo ha consagrado para que sea su pueblo, guarde su alianza y sus mandatos. Lo mismo me dice hoy el Señor: yo te he elegido por el amor que te tengo. Todo ser humano tiene faltas, y a veces, muy graves, pero el amor de Dios es mucho mayor, y si en nosotros hay arrepentimiento, Él nos perdona. Dios está enamorado de ti, y por eso arriesga todo por ti. El que tiene que mejorar ese proceso de enamoramiento es cada hombre y cada mujer. Así como uno se enamora de otra persona, así también sería muy bello enamorarse de la belleza infinita de Dios.
El corazón de Dios es enorme y ama sin límites. No hay que olvidarlo. Y ahora que estamos en crisis en Guatemala, hay que creer firmemente que Él camina con el que sufre, camina con el enfermo de Coronavirus. Dios está al lado del que sufre y de la agonía de las familias. El corazón de Dios es grande; el Señor es compasivo y misericordioso (Sal 102).
Ese amor que Dios le tiene lo expresa muy bien San Juan (1 Jn 4, 7-16): amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor. El amor de Dios consiste en que Él nos amó primero y nos envió a su Hijo. El mejor condimento, el mejor ingrediente en nuestras relaciones interpersonales, es el amor.
El odio se destruye con el amor, la envidia se destruye con el amor, los chismes se destruyen con el amor, los malos pensamientos, los vicios y cuanta maldad exista en la sociedad actual se elimina con el amor. El Coronavirus se acabará, amándonos. Ese amor propio lo puede expresar cuidándose: use mascarilla, gel antibacterial y guarde su distancia con los demás.
El sagrado corazón de Jesús le hace expresar: vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga y yo los aliviaré (Mt 11, 25-30). ¿Cuáles son mis cargas? Las cargas son diversas: enfermedades, deudas, el duelo por la pérdida de un ser querido, la infidelidad matrimonial, los vicios de los hijos, etc. Pero ¿cuáles son mis cargas más pesadas? Éstas pueden ser: las dependencias afectivas, los vicios, los malos hábitos, entre otras. Cualesquiera que sean nuestras cargas, acudamos al Señor, porque en él encontramos alivio y descanso.
El hombre del siglo XXI tiene que imitar, en la medida de lo posible, el modo de amar de Dios. Para construir una civilización que tenga como fundamento el amor, se requiere de un corazón al estilo del de Cristo. El odio que tiene su morada en muchos corazones humanos debe ser reemplazado por el amor. El amor tiene una fuerza increíble para transformar a una sociedad corrompida por la pandemia de la hipocresía y del racismo. A varios líderes nacionales e internacionales se les nota a leguas el odio que habita en sus corazones. Corazones enfermos no pueden producir buenos frutos.
Esa sede de las emociones y de los sentimientos, que es el corazón, debe ser purificada a cada instante. Porque sólo un corazón libre de maldad, es capaz de renovar este mundo urgido de seres humanos que le apuesten a la excelencia. Un corazón mediocre, produce mediocridades ambulantes; un corazón extraordinario, construye una verdadera civilización de amor.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.