PACH’UNEL TZIJ
Dicen que cuando tiembla fuerte o sucede algo muy traumático hay que curarse del susto, porque si no se hace, uno no puede estar bien, algo de nuestro espíritu se queda en ese lugar y momento, y hasta que el espíritu es llamado, regresa la tranquilidad. Hay varias formas de curar el susto, todas válidas y ciertas, todas necesarias, todas llenas de una particular poética que, aunque el pensamiento convencional y la ciencia las pongan en duda o simplemente no las tome en cuenta, se dan como una práctica ancestral que existe y funciona sin más explicación. Hay algo que nos han transmitido nuestros abuelos y abuelas por generaciones, algo que aunque no se pueda comprobar, existe, si habría que ponerle nombre a lo mejor sea la intuición, que es, la habilidad para conocer, comprender o percibir algo de manera clara e inmediata, sin la intervención de la razón, así, hemos aprendido a descubrir que las nubes y los animales predicen los temblores, o que el alma se queda regada de a poquitos y que necesita volver a su lugar, es decir, a nuestro cuerpo.
Somos una generación afortunada, nos ha tocado ser testigos de muchos cambios que tienen que ver con la tierra, con el universo y con nosotros como individuos, algo con ese magnetismo y esa energía que no sabemos describir, pero que está ahí y que nos mueve y nos afecta, nos está tocando ver cómo la humanidad se transforma, si bien es un momento de completo caos, un momento de mucho miedo, me niego a creer que esto sea para mal, cuando una mujer está a punto de dar a luz, es decir, de dar vida, es un momento doloroso, pero extrañamente para que pueda haber vida tiene que haber dolor, de la misma forma, para que la muerte como símbolo de renovación llegue, tiene que haber dolor y estos años, dolorosos, tristes, seguro son la antesala de algo, esperemos que mejor.
Los terremotos se están dando en todos lados, los terremotos son sociales, los terremotos son internos, las fallas sísmicas no están solo debajo de nosotros, están dentro de nosotros, en nuestros corazones y se están acomodando, están cambiando, y lo harán con más intensidad, con más energía, por eso necesitamos curarnos del susto, curarnos colectivamente, como comunidad, como familia, como personas; necesitamos ritualizar la vida y entender que estamos conectados y que la intuición y el amor nos mantendrán a salvo, no creo en esa idea religiosa del fin del mundo, en donde todo se extinguirá, creo en que la tierra nos llama, nos exige algo, trato de creer que estamos en el momento preciso para llamar a nuestro espíritu, para llamar al espíritu de la tierra, el momento para curarnos. En 1990, el escritor mexicano Octavio Paz, al recibir el Premio Nobel de Literatura, dijo en su discurso, “al finalizar el siglo, hemos descubierto que somos parte de un inmenso sistema o conjunto de sistemas – que va de las plantas y los animales a las células, las moléculas, los átomos y las estrellas. Somos un eslabón de la ‘cadena del ser’ como llamaban los antiguos filósofos al universo…”.
Estamos viviendo tiempos difíciles que nos obligan a replantear nuevas formas de entender la vida, lejos de esos sistemas económicos y sociales que nos condenaron, que el espíritu regrese a nuestros corazones, que los temblores pasen y que se acomode todo, que podamos florecer con armonía y equilibrio.
Poeta, gestor cultural y editor de origen maya k´iche´, ha trabajado por más de 13 años en proyectos culturales en Centroamérica, escribe columnas de opinión en medios de Quetzaltenango y Guatemala, amante del Xelajú y las rocolas.