El libro que relata la vida de Emeterio Toj Medrano, escrito, con una extraordinaria metodología científica por Rodrigo Véliz Estrada, debe ser leído en las universidades de la Guatemala de hoy. Es una extraordinaria joya bibliográfica, relato de una vida, que ejemplifica miles de ellas. Hay muchas formas de sentirnos identificados con el dolor, el sufrimiento y sacrificio que vivieron los miles de militantes de la guerrilla y sus familias, así como los desplazados, el libro le permitirá encontrar la suya.
En mi caso me hizo recordar tres pasajes, que deseo compartir con usted. Por aquellos días (1983) dos jóvenes fueron sorprendidos. Un retén militar detuvo el bus, en el que ellos, acompañados de su familia y otras familias regresaban de un viaje. El militar bajo a todos los hombres, incluyendo niños, los registro. Vio a dos, los separo, dijo con voz fuerte: “estos ya están listos para el servicio militar”, por la intervención de un señor, religioso, creo, el capitán permitió que continuaran su viaje a la ciudad de Xelajú. Uno de esos niños era yo, a mis 15 años. Hoy me pregunto, ¿qué hubiera sido de mi vida si me hubieran trasladado al cuartel? Esta historia vino a mi mente al iniciar la lectura del libro. También recordé cuando siendo miembro de la asociación de estudiantes de la ENCOD, tomamos el edificio, seguidamente ingresamos al INVO, lo tomamos y finalmente la Dirección Departamental de Educación. Con palos, corazón, valentía, pero con una conciencia clara retuvimos por más de una semana las instalaciones. “Madre déjame luchar” era la canción que le dedique a mi madre. Era ya mediados de los años ochenta. Recordé también, ahora en noviembre de 2020 una tarde en el parque central, vino a mi mente el mensaje de una mujer valiente. Un discurso preciso, certero, cargado de conciencia social. ¿Quién era esa mujer pregunte? Marta Toj me dijo, la hija de Emeterio. Este último recuerdo certifica que nada ha cambiado, la lucha continua, el genocidio solo cambio de color y forma.
El libro de Emeterio demuestra que nunca fue vencido el pueblo de Guatemala. Así también revela que aparentes cambios son solo de forma. Los cuatro procesos de tortura que vivió Emeterio, los viven nuestros jóvenes hoy, pero de otra manera, otras formas. La primera cuando se pretende des identificar al torturado del espacio tiempo, antes lo encerraban en un calabozo, hoy están encerradas en esos distractores que fueron creados para el mismo propósito, Facebook, Twitter y TikToc. Segundo la desidentificación del sentido de la vida, a Emeterio, lo llevó allí, pero no podía morir. Hoy al joven le quitan la ilusión, para que no desee vivir, o acepte la vida que tiene, siendo agradecido con lo que el sistema le ofrece. Tercero la vuelta a la vida, abrazarlo, regresarlo a esa vida, ahora con un rostro nuevo, que agradezca y se quiebre a su torturador. En la actualidad se busca que el joven agradezca al sistema, al gobierno, por la oportunidad de vivir, reproduciendo la forma de vida que busca el torturador. Cuarto retractarse de su identidad. Los jóvenes de hoy pierden esa identidad. La forma de tortura del ejército en la guerra, está presente hoy, en la cotidianidad, en los medios de comunicación, en las nuevas tecnologías, en las aulas universitarias. Estas formas constituyen el fundamento del sistema educativo actual.
Terminar con el proceso de tortura al cual estamos sometidos los guatemaltecos es urgente, leer el libro de Emeterio y Rodrigo, permitirá comprender la historia y sus entramados en la vida de hoy.
Profesor universitario, académico, profesional de las Ciencias Económicas.