Algo sobre lo cual vale la pena meditar este último mes del año es, su escala de valores. Porque dependiendo de su escala de valores, así será es el enfoque o la dirección que le dé a su vida. Los valores son los mismos, pero cada uno los pone en práctica de diferente forma. Digo esto porque esa mentalidad subjetivista-relativista se está metiendo mucho, sobre todo en los jóvenes; aunque los adultos no nos quedamos atrás.
Es muy común escuchar a personas expresar que no tienen ninguna religión y que por ende no creen en Dios. Y si creen en Dios, es un Dios muy permisivo que les da vía libre para hacer lo que ellos quieran. Por ejemplo, algunos preguntan ¿Qué de malo tiene tener sexo? ¿Quién se inventó eso de que es pecado? Es realmente difícil cambiarles esa mentalidad; primero, porque esa mentalidad les da libertad para hacer lo que quieran; segundo, porque el vivir sin Dios y sin el soporte de una religión, “entre comillas”, les hace vivir sin cargos de conciencia.
Cuando alguien se autonombra como juez de sus propias acciones, es un peligro; porque algo será malo o pecado, si él o ella lo considera así. Más de alguien se pregunta ¿Quién es la iglesia para decirme que esto o aquello es pecado? Uno de los representantes de esta mentalidad relativista es Protágoras, quien afirmaba que “el hombre es la medida de todas las cosas”. Es decir, el sujeto individual es quien afirma que algo es o no es pecado.
La jerarquización de los valores es clave para darle una dirección correcta a nuestra vida. Como humanos sabemos que no es nada fácil conducirse en la vida con valores; por lo mismo, es de suma importancia establecer un orden y vivir según ese orden. Algunos días los lograremos poner en prácticas; otros, posiblemente no. Pero lo esencial es hacer el esfuerzo de vivir según nuestra escala de valores.
Considero que uno de los valores que debe encabezar nuestra escala de valores, es la sabiduría ética, porque es la que permite tomar decisiones en la vida conforme a valores. Estoy hablando de sabiduría no en el sentido de acumulación de conocimientos a través de los estudios que se hagan, sino de sabiduría en cuando a capacidad para discernir bien lo que se quiere hacer antes de hacerlo. En el Antiguo Testamento, Salomón pidió sabiduría para gobernar a su pueblo, (2Cro 1, 11).
Vivir según valores es un reto de cada día. Una persona puede ser honesta y mañana corrupta, como suele suceder con los políticos. Es en estos momentos cuando se requiere de sabiduría para actuar. La sabiduría es una virtud que puede salvarnos de meternos a camisa de once varas.
Para los filósofos griegos, como Sócrates, el conocimiento de sí mismo era el principio de la sabiduría. Quienes más metemos la pata, por decirlo de alguna manera, somos los que no nos conocemos bien. Porque si uno conoce sus defectos y debilidades, es más fácil decir no o sí, todo depende de la situación que se tenga enfrente.
Por lo tanto, si queremos actuar con sabiduría, hay que comenzar por conocerse a sí mismos. Ese conocimiento personal nos permitirá amarnos tal como somos y amar a los demás. La verdadera riqueza de una persona está en su interior, es decir, en sus cualidades intelectuales y éticas. Trate de redactar su escala de valores. Esa lista de valores en orden de importancia le hará más fácil su vida personal y familiar. Esa ruta bien definida de los valores facilita la construcción de una verdadera civilización del amor en la sociedad actual.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.