En 1954, la Asamblea General de las Naciones Unidas recomendó que se instituyera en todos los países un “Día Universal del Niño”, y sugirió a los gobiernos que celebraran dicho día en la fecha que cada uno estimara conveniente, por lo que en Guatemala se estableció el 1 de octubre.
El principal propósito de esta celebración es consagrar a la fraternidad y a la comprensión entre los niños del mundo entero, por tal razón se destina a actividades propias que promuevan estos ideales y objetivos; así como procurar el bienestar de todos los niños del mundo, intensificando y extendiendo los esfuerzos de las Naciones Unidas a favor, y en nombre de los más pequeños.
Es curioso que a todos se nos olvida que en algún momento también fuimos niños, y con el inevitable paso del tiempo vamos adquiriendo cada vez más responsabilidades que nos envuelven en un mundo lleno de actividades, mismas que, por una u otra circunstancia, hemos ido dejando de disfrutar.
Nos enfocamos en cubrir necesidades, nuestras y de quienes nos rodean, se nos olvida que la vida es una sola y que más allá de afanarnos, debemos disfrutar cada instante que se nos regala de vida, eso no quiere decir que nos volvamos despreocupados y mucho menos que dejemos de luchar por ser cada vez mejores; el punto, claro está, es que en medio de tantas ocupaciones aprendamos a disfrutar la vida, como los niños, que no se dejan absorber por las circunstancias, sino que se deleitan en cada detalle creyendo y confiando en que todo siempre va a estar bien.
Comercialmente este día nos invade con toda clase de ofertas, promociones, regalos y descuentos en los diversos negocios, con el propósito de celebrar a los niños; sin embargo, y más allá de lo que este día les podamos brindar para que pasen un tiempo agradable, debemos retomar la base y fundamento de esta celebración, que son los derechos que tienen nuestros niños.
Esta declaración reconoce al niño y la niña como «ser humano capaz de desarrollarse física, mental, social, moral y espiritualmente, con libertad y dignidad», y tiene el objetivo de orientar a los países para que se cumplan sus derechos.
Entre los Derechos del niño me permito destacar y compartirle los cinco principios fundamentales: 1) No a la discriminación: todos los niños tienen los mismos derechos. 2) El interés superior del niño: cualquier decisión, ley o política que pueda afectar a la infancia, debe tener en cuenta qué es lo mejor para el niño. 3) El derecho a la vida, a jugar, la supervivencia y el desarrollo: todos los niños y niñas tienen derecho a vivir; y a tener un desarrollo adecuado. 4) La participación: los menores de edad tienen derecho a ser consultados sobre las situaciones que les afecten y a que sus opiniones sean tomadas en cuenta. 5) Derecho a la vivienda digna: todos los niños tienen el derecho a vivir en un espacio adecuado para su desarrollo.
Hace poco escuché la historia detrás de la fascinante melodía titulada Corazón de niño, escrita por Raúl Di Blasio, cómo explica que la inspiración de este tema surge cuando le hacían un ultrasonido a su esposa y él escucha el corazón de su hijo, a la vez que también se escuchaba el corazón de su esposa, lo que él llama, “la vida a través de la vida”.
Él enfoca las diversas etapas, cuando nacemos, empezamos a caminar y curiosear; seguimos creciendo y cómo nos vamos enfrentando a nuestros propios problemas, el momento en que asumimos la adolescencia y la fuerza de la juventud, y cómo de repente con el incansable paso de la vida, un día nos damos cuenta que ya somos hombres y mujeres, que aunque quisiéramos volver a ser niños ya no podemos.
Concluyo entonces con que si bien esta etapa ya pasó para nosotros, aún podemos guardar nuestro corazón para que conserve estas características, a la vez que velamos porque prevalezca el bienestar de quienes cuentan con poco y confían en nosotros sin reflexionar tanto: Nuestros pequeños.
Mercadóloga especialista en Gestión de Proyectos. Capacitadora, motivadora, estratega y analista empresarial.