Demócrito (460-30 a.C.), veía el sentido de la vida no el goce sensible, sino en el permanente bienestar del alma (authymia). Yo la traduzco como “bienestar del alma o paz interior”. Que bonito sería que todos nos convirtiéramos en cultivadores de paz interior por doquier.
Si revisa el libro de su vida se dará cuenta de que hay páginas un tanto manchadas por los sinsabores y problemas que tuvo con gente cercana y no tan cercana a usted. Gente que decía que lo amaba, pero que era como una moneda, es decir, de dos caras. Piense en esas personas que le han hecho daño o le han herido a lo largo de su vida. ¿Qué piensa? ¿Qué siente?
Dependiendo de los pensamientos y sentimientos que generen en usted esas personas, así será el plan de sanación que debe iniciar lo más pronto posible, para no amargarse la vida por personas que ya no están con usted físicamente, pero que con tan sólo recordarlas le despiertan ira y resentimiento.
El reto está en comenzar un proceso de sanación y superación de ese daño causado hace años. No podrá tener bienestar en su alma, si no saca de su mente ese montón de pensamientos y sentimientos negativos acerca de esas páginas oscuras del libro de su vida.
El primer paso para perdonar consiste en que reconozca que ha cometido errores, y se perdone así mismo. Nadie es perfecto, por lo que debemos aceptar que hemos cometido errores, pero que tenemos la habilidad para reconocerlos, integrarlos y poder recordarlos sin que nos hagan daño. Perdónese sus estupideces. Aprenda de ellas, para no volverlas a cometer nuevamente. Pero no se quede estancado en ellas.
Es importante perdonarse, porque si cada uno no logra alcanzar esa paz interior que los otros le robaron, entonces difícilmente podrá perdonar a quienes le han ofendido. No es nada fácil, pero vale la pena. Porque la vida es corta; nadie sabe el momento en el que Dios nos llamará, y qué triste sería despedirse de este mundo sin nunca haber tenido paz interior y un constante bienestar del alma y del espíritu.
Recuerde que “con el odio o el rencor no conseguimos ni cambiar el pasado ni a la persona que tanto daño nos hizo. En la mayoría de los casos, lo que sucede es que nos inmoviliza, nos impide ser nosotros mismos, pues nuestra energía está destinada a odiar, a hacernos daño a nosotros mismos, aunque la intención sea dañar a otros”, (Tierno, 2004, pág. 256). Lo que se quiere es que invirtamos nuestra energía en nosotros mismos, no en los demás.
Y sí es posible llegar a sentir paz interior y bienestar del alma aun teniendo al enemigo cerca. Esta capacidad de poder estar cerca de los judas requiere de dos cosas: una buena inteligencia emocional y de una relación profunda con Dios a través de la oración mental personal. Sin estos dos medios es casi imposible.
Porque una “persona inteligente aprende de sus errores; una persona sabia aprende de los errores de los demás”, (Cury, 2016, pág. 120). Definitivamente no hay que encariñarse con las piedras que nos hacen daño; hay que soltarlas, dejarlas ir. Sería tonto, tropezar una y otra vez con la misma piedra.
Las personas que le hicieron daño en el pasado, son modelos de cómo usted no debe ser y actuar. Y Jesús es el modelo de cómo usted y yo debemos actuar siempre. Jesús afirma que hay que perdonar setenta veces siete, es decir siempre. Y la pregunta de Pedro tiene sentido ¿Cuántas veces tengo que perdonar a quien me ofende? ¿Hasta siete veces? Y lo dice porque según la ley judía usted estaba obligado a perdonar hasta cuatro veces; luego ya no, (Mt 18, 21-19, 1).
Jesús es el modelo del perdón. Por lo tanto, hable de amor con Él, para que usted pueda tener la capacidad y la habilidad de perdonar. Perdonémonos de corazón y perdonemos de corazón a todos los que nos han hecho daño a lo largo de nuestra vida. La reconciliación consigo mismo/a y con los demás, le darán paz interior.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.