Las ciudades actuales y futuras deben ser más verdes, los parámetros de arbolado y espacio verde urbano son ineludibles en la planificación urbana actual. La OMS ha asegurado que se necesita, al menos, un árbol por cada tres habitantes para respirar un mejor aire en las ciudades y un mínimo de entre 10 y 15 metros cuadrados de zona verde publica y disponible por persona, para mejorar su relación con la naturaleza.
El otro aspecto por considerar es que las urbes sean inteligentes Smart-Cityes e inclusivas, en las que se apoye al comercio, turismo, y sector productivo local, además que las distancias se acorten para lograr una mayor calidad de vida.
Hay ciudades que han implementado unidades de gestión que las han denominado, “mini-munis” que son centros de trámites estrictamente necesarios, que se distribuyen en lugares donde hay mayor densidad poblacional, todo lo que se pueda sistematizar y hacer con uso del internet, debe ser implementado.
Los grandes desafíos ambientales, ecológicos, económicos y sociales que tienen las urbes del siglo XXI, se le añade otro más: el sanitario. La pandemia del coronavirus ha incidido en la necesidad de repensar el modelo de ciudad.
Adaptar la ciudad a las nuevas necesidades que implica la Covid-19 no es una tarea sencilla. Los espacios deben ser seguros y libres de contagio, el transporte público no puede estar masificado, pero tampoco se debe abusar de los autos particulares porque aumenta el tráfico, se debe fomentar el comercio de proximidad, esto es motivando a que los mercados parroquiales funcionen de forma adecuada y así logremos dispersar a los compradores.
Hoy en día, según datos de las Naciones Unidas, más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, y se espera que esta cifra aumente hasta un 70% en el año 2050. Esto demuestra que se deben planificar ciudades dinámicas, multifuncionales, autosuficientes y sustentables. Tienen que ser lugares de acogida en los que confluyan la calidad ambiental, el bienestar laboral y educativo, un buen sistema de servicios públicos, de movilidad y de integración cultural.
Espacios funcionales y sostenibles:
Con el confinamiento se limitaron los desplazamientos, y la calidad del aire en las ciudades fue en aumento. Esto ha sido una oportunidad y ha servido para que la gente tome conciencia de que si se cambian los modelos de movilidad hay una mejora de la atmósfera y los ecosistemas, pero también se vio aumento de consumo de energía eléctrica, agua y generación de residuos, algo que provoco colapso en algunas urbes.
Atención al sector productivo y personas vulnerables:
Las ciudades deben adoptar estrategias de recuperación a mediano y largo plazo, las respuestas para evitar la propagación del virus pasan por urbes que son más resilientes y ecológicas, basadas en la economía circular y en las que la digitalización facilita la vida de sus habitantes, así como una adecuada estructura sanitaria, esto es abastecimiento de agua potable y tratamiento de aguas grises.
El sector productivo a apostado a generar incentivos a los consumidores, con la implementación de promociones y ofertas, así por ejemplo en México y Centroamérica la campaña de “segundo a mitas de precio” dura todo el año, con excepción de temporada alta. O se ha rescatado de sobre manera los sectores productivos con mayor relevancia. Además, que, los servicios, insumos, productos hoy en día deben tener un componente alto de que los mismos cumplen con normas mínimas de bio-seguridad y que en su proceso no generen afectación al ambiente. Por ejemplo, el uso del cuero tendrá una especial preponderancia a futuro, por tratarse de un material natural, duradero.
Medida de los quince minutos:
Esta medida de tiempo se refiere a que el ciudadano encuentre los recursos o insumos para satisfacer las necesidades básicas en un radio no mayor a quince minutos de movilización.
Para esto es clave la revitalización de los servicios en cortas distancias, que esos 15 minutos en movilidad activa, ya sea a pie o en bicicleta, se basen también en redescubrir todos los recursos de proximidad y reapropiarse del espacio público para convertirlo en un lugar de encuentro y de vida.
Algo que ya era necesario antes de la pandemia. Y que tiempo atrás era algo cotidiano, vivir en vecindad, en armonía, vivir en paz. Esperemos que las lecciones de la pandemia, las podamos poner en práctica.