Una de las grandes contradicciones de hombres y mujeres a lo largo de la historia siempre ha sido la incoherencia entre lo que se dice y hace. Y aquí nos incluimos todos, puesto que nadie es perfecto. Hablamos de muchas cosas, pero a la hora de dar la cara, nos hacemos para atrás.
El efecto de nuestras incoherencias en la sociedad, va a depender de las responsabilidades que tengamos. Si las incoherencias vienen de alguien que no tiene ningún liderazgo político o religioso, pues no tendrá mayor peso. Sin embargo, cuando las incoherencias entre lo que se dice y hace vienen de quien dirige un país, de quien tiene ciertas responsabilidades en la sociedad, entonces sí que hay que preocuparse.
Pero antes de hacer una crítica hacia cualquier tipo de líder en la sociedad, primero hay que fijarse en uno mismo. Porque algunos somos buenos para “ver la paja en el ojo del hermano, pero somos incapaces de ver la viga en el nuestro”, (Mt 7, 1-5). Como decía antes, el ser humano todos los días está en camino de la perfección, y esto le hace equivocarse y hablar solo por hablar.
Es importante reflexionar, primero sobre nuestra propia vida, luego expresar ideas y pensamientos acerca de los demás. Algunos son buenos solo para lanzar piedras, pero cuando se las devuelven ¡pegan el grito al cielo! Con esto no estoy diciendo de que no haya que hacer críticas constructivas para mejor el bienestar de quienes vivimos en sociedad, sino ser más prudentes para pensar, sentir y actuar.
Como humanos erramos a cada instante. Quien puede dar fe de nuestras incoherencias es la sociedad en la que actualmente vivimos. Un ejemplo claro nos lo está proporcionando el Coronavirus. Este pequeño virus ha hecho que unos estemos con la pena y otros en la pepena. Comprendo la burocracia en los procesos para contratos, compras, etc., pero la duda persiste en cuando a ¿dónde está el dinero que se ha aprobado para enfrentar esta crisis?
Otro ejemplo de la pestilencia que brota de esta sociedad en estado de descomposición, es el sistema de justicia. Cuando uno ve o lee las noticias sobre la manera cómo proceden los responsables de administrar justicia, parece que “algo huele mal”. Considero que los tres poderes del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, tienen que convertirse en amantes de la verdad, y comenzar a ejercer su trabajo con la verdad.
Pero no solamente estos tres organismos. Todos los guatemaltecos, ya sea que trabajemos para la iniciativa pública o privada, debemos ser más coherentes entre lo que decimos y hacemos. La vida nos da oportunidades para enmendar errores. Todo depende de nosotros si queremos rectificar nuestras acciones; o bien optamos por seguir haciendo de los charcos de agua sucia, un “estilo de vida”.
Ante la crisis de la sociedad actual, pregúntese ¿Qué estoy haciendo yo para salir de la misma? Porque no se vale sólo criticar y acusar. Esto lo puede hacer cualquiera. Cuando alguien se la pasa solo quejándose de todo, mejor “acuéstese a dormir”. Los quejones crónicos no le son útiles a un país. Una nación requiere de ciudadanos críticos, reflexivos, espirituales y amantes de la verdad. Cristianos y ciudadanos estilo volcán no sirven, porque sólo son buenos para lanzar su lava a diestra y siniestra.
Cristianos y ciudadanos estilo mosca tampoco son útiles, porque sólo son buenos para dejar su porquería por todos lados. Seamos ciudadanos estilo abeja. Las abejas le sacan lo mejor a las flores. Eso mejor lo ponen en el panal. El apicultor la cosecha y la ponen en el supermercado. Usted la compra y la pene en su mesa; y le sirve para alimentarse. ¡Manos a la obra!
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.