Hay quienes se jactan de trabajar muy bien bajo presión, de hecho, es una de las preguntas más recurrentes que se realizan durante una entrevista de trabajo; a la que usualmente todos respondemos, estar acostumbrados a trabajar bajo presión.
La presión en definitiva es buena, pues nos ayuda a mantenernos en línea con los objetivos empresariales, y nos obliga a estar vigentes con la misión y visión de la empresa o institución para la cual laboramos; independiente de que tengamos nuestro propio negocio o trabajemos para alguien más, la presión debe procurar siempre el alcance de las metas establecidas.
Si bien no todas las personas tenemos la misma capacidad de realizar nuestras funciones bajo circunstancias adversas, manteniendo a la vez una buena dosis de eficiencia, el trabajo bajo presión es una habilidad que todos podemos aprender.
Se trata de aprender a manejar el estrés y organizarse correctamente para cumplir con nuestros objetivos. Estamos de acuerdo en que, en la actualidad, el nivel de presión es superior al de años anteriores, la competitividad del mercado laboral es cada vez mayor y esto implica que se incremente el nivel de exigencia en las empresas.
Hoy, trabajar bajo presión ha pasado de ser un requisito para determinados puestos a ser considerado como una competencia profesional cada vez más exigida por las empresas; se trata de cumplir con más trabajo, mejor y en un menor tiempo. La polivalencia profesional es también una de las razones por las que el trabajo bajo presión se está convirtiendo en una competencia tan requerida.
Expertos en el área de recursos humanos aseguran que, al inicio, trabajar bajo presión puede optimizar la actividad del individuo y, en consecuencia, aumentar su productividad. Sin embargo, si la persona no sabe manejar este tipo de situaciones, corre el riesgo de incrementar su cansancio, generar más estrés, e inevitablemente disminuirá su rendimiento.
Hay quienes recomiendan que, para ser un trabajador productivo, con la habilidad para desarrollar nuestras actividades bajo presión, debemos: planificar, organizar, priorizar, concentrarnos en los asuntos importantes, delegar y saber decir que “no”.
Por otro lado, manejar de forma efectiva la presión en el trabajo se relaciona también con otras condiciones individuales que ayudan a gestionarla, algunos de estos aspectos están relacionados con nuestros hábitos de vida, por ejemplo: ser conscientes de que la salud es primordial, dormir como mínimo 7 horas diarias, realizar deporte o alguna actividad física, disfrutar de vacaciones desconectándonos por completo de la oficina y labores que realizamos, ser organizados.
Para finalizar, cabe resaltar que trabajar bajo presión no debe ser nunca sinónimo de estrés; de lo contrario dejará de ser una competencia para convertirse en un problema para el trabajador, pero también para la empresa. Por tal razón es importante que aprendamos a ser capaces de cumplir con múltiples tareas en el menor tiempo posible, pero sin descuidar el descanso, y mucho menos la vida personal.
Mercadóloga especialista en Gestión de Proyectos. Capacitadora, motivadora, estratega y analista empresarial.