El domingo 03 de diciembre comienza un nuevo Año Litúrgico con el primer domingo de adviento. El término “adviento” viene del latín adventus, que significa “llegada” o “venida”, pero no se trata de cualquier llegada o venida; se trata de la llegada del Redentor del mundo.
Este tiempo se caracteriza por varios símbolos: corona, velas y colores. Se cree que la corona de adviento tiene su origen en una costumbre pagana de Europa, que consistía en encender velas durante el invierno para simbolizar el fuego del dios sol, y que este regresará con su luz y calor durante la época del invierno.
Corona: la forma circular de la corona significa que el Dios de Jesucristo es el principio y el fin, y que el amor de Dios hacia el género humano es eterno e infinito.
Las ramas verdes simbolizan el color de esperanza y vida, que, a pesar de los problemas de la vida, siempre hay una esperanza en un futuro mejor, en que hay Alguien más poderoso que todo lo puede.
Las cuatro velas que se van encendiendo gradualmente, significan ese proceso gradual de preparación y conversión que cada quien puede ir haciendo a lo largo de estas cuatro semanas previas a la Navidad.
La simbología de este tiempo de Adviento, junto con los adornos navideños en las calles y centros comerciales, es una oportunidad para interiorizar lo que ellos realmente significan. Son un estímulo para la meditación y reflexión personal.
Guatemala ha sufrido y sigue sufriendo las consecuencias de algunos malos y deshonestos ciudadanos que han ocupado los principales puestos de trabajo, para seguir empobreciéndola. Pero como en «todos lados se cuecen habas», el liderazgo mediocre está insertado en otros espacios de la sociedad actual.
La hipocresía y una vida llena de falacias han hundido y siguen hundiendo a nuestra nación. La ambición por el dinero y las cosas materiales de algunos guatemaltecos les lleva a cometer injusticias maquiavélicas, creyendo que estas son justas. Por eso, a veces se cae en la desesperanza.
Cuando veo personas malas, injustas e hipócritas en la política, en el sistema de justicia, en instituciones privadas, en la misma Iglesia, en el hogar y en la vida consagrada, hago mías las palabras de Epicuro, “o Dios quiere suprimir los males y no puede, o puede y no quiere, o ni quiere ni puede, o quiere y puede. Si quiere y no puede es débil, lo que no corresponde a Dios; si puede y no quiere es envidioso, lo que también es ajeno a Dios; si ni quiere ni puede, es a la vez débil y envidioso y, por tanto, no es Dios; si quiere y puede lo único que conviene a Dios, ¿cuál es entonces el origen de los males, y por qué no los suprime? García Maestro (2009, pág. 38) en el libro La Teología del siglo XXI.
García Maestro (2009, pág. 40) en el libro La Teología del siglo XXI comenta que, el dilema de Epicuro, transmitido por Lactancio, plantea en la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible la existencia del mal, si Dios tiene el poder para eliminarlo de la existencia humana? La respuesta cristiana a este dilema se basa en que Dios puede y quiere acabar con el sufrimiento, pero no lo quiere hacer de cualquiera manera, sino compadeciéndolo, es decir, dejándose afectar por el dolor. Dios envía a su Hijo al mundo para terminar con el sufrimiento.
Que este tiempo de Adviento sea una oportunidad para renovar ese deseo de ser más íntegros, practicando valores como la oración, la generosidad, la verdad y el amor con los otros.
Las cuatro semanas previas a la Navidad son claves para producir nuevas ideas y actitudes de vida. Si no se renueva la manera de pensar y actuar en los más mínimos detalles, de nada sirve hacer una corona de adviento, hacer un arbolito de navidad y comprar un montón de regalos. Una buena limpieza interior traerá paz y alegría. Esto no es fácil, pero es posible. San Agustín decía que nadie puede decir que ha vencido si no ha luchado.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.