Ha transcurrido el 2017, un año más en que la posibilidad de vislumbrar un hálito de esperanza para Guatemala en general, y Quetzaltenango en particular, se ha desvanecido y convertido en 365 días más de desilusión ciudadana, pues la corrupción y la indignación social siguen invadiendo los cuatro puntos cardinales del territorio nacional. Cuántos ofrecimientos de los aspirantes a ocupar cargos de elección popular se han ido a la basura: la incapacidad, el empirismo, improvisación e irresponsabilidad de los que han llegado al poder por la vía eleccionaria, como de muchos otros que ocupan cargos en la administración pública, se siguen traduciendo en un torrente de resultados negativos para quienes, de buena fe, emitieron su voto, y quienes ilusoria y románticamente pensamos que los nuevos funcionarios reflexionarían frente a la corrupción que nos ha invadido, y lo que están haciendo es aumentarla corrompiéndose cada día más, como lo evidencian los últimos escándalos que continuamos soportando.
El corrupto y el corruptor, no es más que un vulgar ladrón, y como tal, se le debe considerar; la diferencia para con los de barriada es que, por ser parte del presupuesto oficial, son de traje, cuello blanco y corbata: entran al cargo a pie o en bicicleta, y salen con carro último modelo; alquilan casa y salen con casa propia, terrenos y buen dinero en el banco, etc., esto en lo económico. En lo social, se encumbran y se olvidan de su origen de clase; saben que llegan como un soldado de línea y se consideran un general. En fin, tienen un desplazamiento económico y social que los distancia cada día más de la sociedad; eso sí, en no pocos casos, llegan con o adquieren compromisos con sus benefactores; se olvidan de algunos casos que se presumen y se comentan: que a algunos hasta les han regalado varios trajes, porque carecían de ellos antes de escalar al cargo. Sin olvidar que existen honrosas excepciones, llegan a esas posiciones, sin la menor preparación; el Congreso es el mejor ejemplo: ¿Cuántos de los diputados llegan o han llegado con el conocimiento y la preparación que el cargo requiere? En las torpezas con que actúan, en la mafiocracia de la que son dignos representantes y del cártel de la corrupción que integran quienes pretendieron modificar el Código Penal, encontramos la mejor respuesta.
El Ejecutivo es otro buen ejemplo: tenemos un presidente que, con respeto a la alta investidura, deja mucho que desear: hasta hay quienes lo califican ya como uno de los peores presidentes que ha tenido Guatemala. El coraje y el resentimiento que le generó la denuncia contra su hijo, hermano, y posibilidad de perder el desafuero, ha hecho que reaccione más con el hígado que con la cabeza; eso, y el mayúsculo error de pretender declarar non gato y expulsar del país a Iván Velásquez, jefe de la Cicig, poniéndose a favor de la corrupción; además de sus ironías y distanciamiento con el procurador de los derechos humanos, y otras ocurrencias que sería largo enumerar, son algunas pruebas que respaldan el desprestigio a que se está conduciendo la imagen del ejercicio presidencial. En cuanto al Organismo Judicial, hay funcionarios que honran el cargo, como el de la fiscal general Thelma Aldana y algunas otras excepciones que se podrían mencionar.
Los gobiernos nacionales: presidencia, gobernadores y municipales, van por el camino equivocado; en eso coinciden todos los medios de comunicación, comentaristas y muchos núcleos, y personas de la sociedad. Basta conocer los resultados durante los años de su gestión, para confirmarlo: 50 % transcurrido de su periodo, no es poco como para suponer lo que nos espera para el 50 % restante. Ante estos resultados, sería saludable que los aspirantes a ocupar un cargo de elección popular se preparen; tienen tiempo para no llegar a convertirse en el ridículo y vergüenza que actualmente estamos presenciando.
Soy un profesional comprometido con la transparencia, la crítica y la propuesta, e identificado con los problemas sociales; los intereses y necesidades de los de a pie. / lufesaldy@hotmail.com