Todos estamos hechos de materia, miles de átomos que interactúan entre sí; y que además de materia tenemos espíritu y voluntad.
Todos estamos hechos de las historias que nos contamos, pero más importante de aquellas que nos creemos, porque al final en un relato lo que importa es la credibilidad que tiende a lo verdadero; cuan cierto es para nosotros y que tan poco contradictorias son sus partes.
Nuestros héroes, hazañas y la promesa de un mejor mañana, nuestras historias personales están hechas del misma material que de las grandes narraciones. ¿Quién quita que si para alcanzar algo hay que soñarlo primero? Por lo mismo, ¿no debiéramos conocer a detalle si están completos nuestro relatos?
Para retomar esta columna de formación en redacción y narrativa quiero hablarles de uno de sus elementos internos: el mito.
El mito es materia prima del relato, para muchos es sinónimo de historia falsa o inventada; con cuanta libertad decimos: ¡eso no está comprobado, eso es un mito!, o a las historias antiguas y fantásticas las llamamos por falsas mitología como un adjetivo peyorativo.
El mito no es más que una explicación desde la vista del pasado y con las herramientas disponibles de como alguna vez ocurrió algo. Pero no se cuentan hechos irrelevantes o poco importantes, aunque sus protagonistas puedan también ser cotidianos (Pandora es un ejemplo de esto); todas las historias que se narran son importantes y tienen por finalidad transmitir saber al futuro.
Usted piense que rechazar un mito, o una historia antigua; es como negar el consejo que un abuelo alguna vez dio con amor a su descendencia. Por tanto es preciso que cambiemos esa definición “decimonónica” como le llamaba el escritor español Carlos García Gual de falsedad o relato fabuloso.
Tomemos el mito como el núcleo de una historia, como la interpretación del origen y de la realidad desde la perspectiva de un pueblo. Nuestros mitos nos dan sentido de identidad como el de nuestros héroes nacionales: Tecún Uman, Juan Matalbatz o Kaibil Balam. Nos permiten crear pertenencia como los fundacionales, tomemos en cuenta la historia que se nos cuenta de la firma del Acta de Independencia; u otros menos conocidos como nuestro origen venido de aquella ciudad en Tula donde nuestros ancestros Balam Kitze, Balam Acab, Mahucutah e Iqui Balam salieron con el conocimiento antiguo y se establecieron en los valles que ahora constituyen nuestro territorio.
Aunque la historia y nuestras creencias muestren un panorama totalmente diferente; apropiarse de los mitos y no rechazarlos nos permite encontrarnos con una parte de nosotros mismos que creíamos olvidada; nos inspira a ser mejores, nos da unidad como un mismo pueblo y como nación.
Releamos nuestros mitos, y los de la humanidad en general, porque cada uno envuelve un mensaje, un valor, una manera de vivir en la que la experiencia y el contenido nos pueden permitir enfrentar el presente y el futuro mejor preparados.
(Ciudad de Guatemala, 1990) Licenciado en Letras, escritor y editor. Para él la comunicación y la literatura son puentes para construir un mundo mejor. La historia y las tradiciones son el mejor recurso en tiempos de crísis. Tiene publicado dos libros Gestion de Proyectos (2019) e Irreverencias (2019). Ha ejercido como docente y corrector de estilo desde hace más de cinco años.