Los migrantes representan un importante grupo de la población guatemalteca, aun y cuando vivan fuera del país, por las implicaciones que su trabajo y los vínculos con sus familiares tienen en Guatemala, y sobre todo en la región. Sin embargo, esta vez no se escribe sobre ellos desde una perspectiva política, o desde la propia condición migratoria, sino más bien sobre el aspecto emocional y también la movilización económica.
Es precisamente esta una de las épocas en que la nostalgia de los connacionales aumenta, porque extrañan compartir la Semana Santa, con todo lo que representa, en familia y con amigos. Aunque es importante recordar cómo han cambiado los medios de comunicación en general, que ahora permiten una conexión más constante y rápida.
Es por lo que, con todos los avances tecnológicos y las diferencias en las condiciones de vida entre un país y otro, llama la atención que personas receptoras de remesas envíen productos a sus familiares en Estados Unidos, que por ser propios del país o por que se generan a través de un proceso artesanal, son valorados por los migrantes. Y es aún más curioso conocer el listado de los artículos que más fueron enviados, según el documento más reciente, la Encuesta sobre migración internacional de personas guatemaltecas y remesas 2016, entre los cinco principales tres son comestibles, el otro tiene que ver con la salud y el último con vestuario y accesorios.
Lo anterior es también un indicador cultural, de estilos de vida que se mantienen. Esto es positivo en cuanto contribuye a conservar las tradiciones y promueve productos locales. Característica en Latinoamérica, donde destaca Guatemala y los quetzaltecos todavía más por la identificación, es el concepto tradicional y extendido de la familia, algo que no ocurre en la sociedad estadounidense o europea, en donde se habla de una familia moderna, pero menos vinculada.
Ese mismo deseo de mantener las tradiciones ha llevado a guatemaltecos radicados en otros países a practicarlas, adaptándolas a la cultura y condiciones del lugar donde se encuentren.
El intercambio entre los migrantes y sus familiares es de doble vía, mientras quienes radican acá reciben remesas y también productos, envían artículos que sus familiares no pueden adquirir o que quieren tener para recordar, e incluso para producir otros bienes. Lo mismo ocurre con la cultura, que se traslada de un lugar a otro, creando a veces nuevas prácticas culturales.
Y aunque, en principio, se debe prevenir la migración en condiciones que atentan contra la dignidad, integridad y la vida de los connacionales, está de más decir que una buena parte de la economía depende de las remesas, sobre las cuales también es necesario orientar a quienes las envían y quienes las reciben.