Lo que resta de la noche
me cabe en una mano.
Con su última estrella
alumbraré el final
de este poema
y luego arrojaré
el resto a los perros.
Escribir será el único
sacrificio de mi vida.
Como una magia
me desvaneceré
con la llegada
de la mañana
y las letras
saldrán por la lumbrera,
se colgarán en los árboles,
o caerán en los charcos de agua
y crearán su propia memoria.
Amanece,
y la última palabra
de esta comedia humana
queda resonando
por un momento
en el eco del reloj cucú
anunciando la primera hora.
Aquella es la forma
más genuina
de mi cadáver.