Anoche platicaba con mi papá y conversamos una serie de temas, casi no hablamos por las noches, por los afanes del día, pero sonó el celular y del otro lado encontré una voz que invita a quedarse en la conversación.
Fueron 30 minutos, le conté cosas que no le cuento a nadie, le di datos para que me los aprobara o no, al final, recibí el visto bueno y para mí eso es mucho, es como una bendición, es como una voz que viene de lo Alto y que dice: sigue adelante, se va a poder.
Le presenté las cosas con argumentos, con bases, con claridad, con convicción, no para persuadirlo, sino para encontrar la razón. Soy un adulto que hago lo que creo conveniente, tengo libre albedrío, pero nunca va a estar de más que un padre diga: ¡adelante!
En otro momento les contaré a detalle, pero de la conversación coincidimos en una poderosa conclusión: no se preocupen por cómo los demás ven las cosas, porque aquí y en todos lados, cada uno ve las cosas del tamaño de su escenario. Ojalá se comprenda.
Tu problema no es mi problema, porque quizás no tiene relevancia para mí, pero para el otro, puede ser grave. Mis problemas para otros pueden ser irrelevantes. Tus proyectos, tus sueños, nadie los va a entender porque no corresponden al tamaño del escenario del otro.
Cada quien ve según el tamaño de su escenario. No hay que preocuparse, solo enfocarse, porque quizás el tamaño de tu escenario sea mayor de lo que otros imaginan.
“No le cuentes cosas grandes a mentes pequeñas”, dice un autor. Suficiente es que tú sepas el tamaño de tu escenario. ¿Me entiendes? Ojalá. Fin de la llamada…
Licenciado en Ciencias de la Comunicación, con tres maestrías en diferentes campos y Doctor en Investigación en Educación. CEO de La Voz de Xela, conferencista nacional e internacional y profesor universitario.