Uno de los indicadores para considerar a una ciudad culta, y referente de la cultura en general —como aún es considerada Quetzaltenango—, son los eventos artísticos internacionales que en ella se realizan, en especial los literarios, por utilizar el instrumento más sublime y agudo que tiene el ser humano, la palabra.
En la época reciente y en la actual, el Festival Internacional de Poesía de Quetzaltenango (FIPQ) se ha sumado al centenario certamen Juegos Florales Hispanoamericanos, que recién reveló a sus ganadores, como los dos eventos que reúnen en torno a sí a un público ávido de literatura, de presentaciones de primer orden y de conocer nuevas experiencias.
La referencia a la importancia de que un evento sea internacional no va en demérito de la literatura nacional, sino más bien porque esto hace que el mundo de las letras ponga sus ojos en esta ciudad. En esta edición, como desde sus inicios, el FIPQ suma a la belleza intrínseca de la poesía, el pensamiento, la denuncia y la expresión de la realidad, con la dedicatoria del festival al grupo literario Nuevo Signo, que marcó un estilo entre los sesenta y setenta del siglo pasado, en una época convulsa y de conflicto, y a las personas migrantes desaparecidas, tema por de más actual.
Una particularidad resaltable de este festival es que la organización ha buscado llevar la poesía y las expresiones a distintos lugares, descentralizando las presentaciones y compartiendo el arte y la cultura sin distinción, lo que enriquece las experiencias, el acervo cultural y artístico del público en las distintas poblaciones en donde ha estado este grupo de poetas. Ahora hace falta la respuesta, en la cada vez más diversa oferta cultural en Quetzaltenango, estos eventos que destacan deben contar con un público que en número corresponda al nivel del festival.
Existe la necesidad de desarrollar políticas públicas que incentiven el arte y la cultura, que la promuevan no solo con presentaciones, sino con la incentivación a participar y apreciar las distintas manifestaciones con acciones que motiven un deseo genuino por las actividades, y que no sea una participación obligada. En esto contribuyen los establecimientos educativos que cultivan el gusto por las bellas artes, las comisiones organizadoras de certámenes, los grupos y clubes literarios, los centros culturales y los padres de familia que comparten con sus hijos estos espacios.