Mientras que para algunos es de locos, el gusto por visualizar un amanecer, ser testigo del despliegue total o parcial del sol iluminando el cielo, brindando destellos de colores por instantes y enmarcarse diferentes diseños cual obra de arte, tiene sentido para muchas personas aún en esta vida tan agitada y ajetreada.
Antiguamente los neolíticos observaban los movimientos del sol, ciclos solares y estaciones para intentar averiguar cuál era la mejor época para plantar semillas y cazar ciertos animales migratorios, el sol era fundamental para su supervivencia y les permitía medir el paso del tiempo; en la actualidad el sol es esencial en la vida en la tierra, nos proporciona vitamina D, luz, calor, energía, siendo procesos naturales, comunes y vitales para nuestra supervivencia, para la mayoría son actividades de poco interés y trascendencia.
Un amanecer es la manifestación de milagros, la esencia de la gracia divina, porque sin excepción alguna el sol nace para todos como dijera la canción, más allá de brindarnos beneficios fisiológicos es una analogía de la luz espiritual que necesita la humanidad, quizá con cosas tan simples y maravillosas Dios nos demuestra que todo lo que el hombre necesita para vivir bien, proviene precisamente de su gracia, porque por más riqueza que se pueda acumular no existe la posibilidad de adquirir tantos beneficios ya que son invaluables como la vida misma.
Cuando veas un amanecer obsérvalo sin prisa porque entenderás que por más afán que tengamos en esta vida, si existimos y subsistimos es tan solo por su gracia.