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Don Chebo· Capítulo VII – Siglo XIX

febrero 22 2020, 09:00 Roberto Gutiérrez Martínez

Para los guatemaltecos es común utilizar en las conversaciones anécdotas jocosas o ingeniosas, chascarrillos, historietas o chistes; ello es prueba del ingenio y picardía natural en muchas personas. Entre estas formas idiomáticas una muy utilizada, al menos en tiempos pasados, era hacer mención a “don Chebo”, como sinónimo de ocurrente, de ingenuo, ignorante y hasta de “algo tonto”. Se decía: “no seas chebo”.

Estas gracejadas derivan de los dichos de un personaje quetzalteco que nació en 1837 y fue un acaudalado emprendedor, quien construyó el primer teatro de la Ciudad, proyecto que fracasó por lo que hubo de convertirlo en su casa de habitación y más tarde y temporalmente, con motivo del terremoto de 1902, en sede del Instituto Nacional para Varones de Occidente –INVO- hasta que se construyó el edificio definitivo en su sede actual.

El personaje se llamó Eusebio Ibarra, y su fama la adquirió por hacer broma de todo lo que le rodeaba, por lo que algunos pensaban que don Eusebio (don Chebo) era más bien ingenuo. Pero nada de eso, don Eusebio fue un hombre inteligente y emprendedor, que hacia gracejadas y convertía en optimistas las situaciones más diversas, por difíciles que fueran.

Don Eusebio murió en 1917, y se le reconoce una única hija: Cristina. Sin embargo se comentaba que tuvo tres hijos varones a los que heredó en vida, pero los ingratos le abandonaron quedándose con la fortuna del padre y abandonándole sin recursos para sobrevivir. Se dice que cuando le preguntaban porque había heredado en vida contestaba: ¡ por Chebo !.

Son varias las historias que se hacen de don Chebo. Una relata que fue invitado a una cena, pero esa noche llovía torrencialmente en la Ciudad, por lo que llegó a la casa del convite a excusarse con que no podría llegar “porque está lloviendo…” Otra historieta de don Chebo: “una vez don Chebo salió a vender su caballo, pero en el camino, creyendo que hacia un gran negocio, lo cambio por una vaca; más adelante cambio la vaca por una cabra vieja; después a la cabra por un coche flaco; luego a éste por un chompipe con piojillo; de ahí al chompipe por una gallina, y a la gallina por un cesto de manzanas podridas que le llevó a su mujer, quien se puso feliz, porque no tenía dientes y así podría comer manzanas muy suaves…” En otra ocasión don Chebo quiso vender un caballo, y el comprador lo convenció que le permitiera dar varias vueltas en él, pero ya no regresó. Entonces don Chebo dijo: “pero ya ven, aunque no regresó, me quedé con el gusto de no haberle rebajado ni un centavo…”

La casa de don Eusebio Ibarra pasó a manos del gobierno y es actualmente la Cárcel de Mujeres de Quetzaltenango.

EL ROMANCE DE DON CHEVO

Orondo señor don Chevo,
persona morrocotuda;
rico, ricote, ricacho,
ricazo de gran fortuna,
tan crecida, tan cuantiosa
que no la midieras nunca;
ricacho señor don Chevo,
el de la vida de chunga
vivida en Quetzaltenango,
vamos a constar algunas
historias de tu existencia,
que fuera chusca, ¡ tan chusca !

Sé que bajaste de un techo.
a muchos metros de altura,
cogido de un chorro de agua
como de cuerda segura;
y que bajo el aguacero
a festines y tertulias
llegabas a disculparte
de no asistir por la lluvia.
Después cortaste una rama
montado sobre su punta,
y al separarla del tronco
sufriste caída brusca.

Y a pesar de que el ingenio
le va haciendo añadiduras
pintorescas a tu vida,
sin mala intención ni culpa,
ya te quedaste en el alma
del pueblo que fue tu cuna.

Orondo tío don Chevo,
persona de gran fortuna:
con el perdón de tu alma,
que ya se fue a las alturas,
remato aquí este romance,
que es también leyenda tuya

Autor: Víctor Villagrán Amaya Romances de las Tierras Altas. Quetzaltenango, 1937.





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Roberto Gutiérrez Martínez

Roberto Gutiérrez Martínez Columnista / Historia de Quetzaltenango

Académico y empresario social.

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