El cuerpo humano tiene varias partes, y todas son esenciales en el desenvolvimiento de cada persona. Esta vez quiero centrarme en el “rostro” de nosotros los seres humanos. A veces nos preguntan o uno le pregunta a alguien ¿qué tiene? Y normalmente se responde: nada, no tengo nada. Lo interesante es que los demás se dan cuenta de que algo nos pasa, por el rostro que tenemos. Las personas cercanas se dan cuenta de nuestro rostro triste o alegre.
“Rostro” viene del latín “rostrum” que quiere decir “rostro”. Según (Pérez Porto y Merino 2016) el rostro es la parte frontal de la cabeza que se extiende entre la frente y el mentón. La boca, las mejillas, la nariz, los ojos y las cejas forman parte del rostro. Los músculos que se hallan en la zona permiten la expresión de emociones; el rostro es el indicador del estado de ánimo de las personas. Por eso dice el refrán que “caras vemos, pero corazones no sabemos”.
El rostro es la carta de presentación de la personalidad de cada persona, es decir, expresa las emociones, sentimientos y actitudes en cualquier momento de la vida. Es de vital importancia estar bien por dentro, para tener una buena expresión del rostro. Cada uno necesita hacer un proceso de introspección y de interiorización para comenzar un cambio profundo desde dentro.
Por otro lado, estamos iniciando un tiempo propicio para meditar, reflexionar y comenzar cambios en nuestra vida. El tiempo de Cuaresma, es un tiempo que la Iglesia nos propone para convertirnos en mejores personas. Es un tiempo para pasar de un rostro triste a uno alegre, de un rostro deprimido a uno optimista, de un rostro amargado a un rostro feliz, de un rostro soberbio a uno humilde. Son cuarenta días para establecer un diálogo con nosotros mismos y con Dios; y se espera que el fruto de ese diálogo con Dios a través de la oración, el ayuno y las obras de caridad, sea un cambio de rostro personal, familiar y laboral.
Un término clave en este tiempo es la metanoia. Según Wikipedia.org, metanoia viene del griego metanoia (metanoia) que significa “cambio de la mente”, “cambiar de opinión”, “arrepentirse”. Me quedo con “arrepentirse”. Creo que como seres racionales y libres podemos elegir entre, seguir como ayer o cambiar hoy para estar mejor mañana.
Una cuaresma bien vivida, puede ayudarnos a cambiar el rostro, que a lo largo de estos últimos meses o posiblemente años, hemos traído. El cambio de rostro es una decisión personal. Tratemos de hacer lo que a nosotros nos corresponde hacer. Digo esto porque hay una gran variedad de factores que no dependen de nosotros; pero sí hay factores que dependen de nosotros, y son éstos los que tenemos que modificar para cambiar el rostro personal, el rostro familiar y el rostro social.
Durante este tiempo de cuaresma hable de amor con Dios, ponga su vida en su manos y verá que él no nos abandona. Además de orar, ayune. Que su ayuno no consista solamente en privarse de alimentos. Además del ayuno alimenticio, ayune de las críticas injustas que hace, del traje de la soberbia con el que camina todos los días, del mal genio y de la hipocresía que a leguas se le ve. Y finalmente dé limosna, es decir, ayude a los otros: “si extiendes la mano para dar, pero no tienes misericordia en el corazón, no has hecho nada; en cambio, si tienes misericordia en el corazón, aun cuando no tuvieses nada que dar con tu mano, Dios acepta tu limosna”, (San Agustín). La oración, el ayuno y la limosna, cambian el rostro de las personas.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.