Autor: Carlos Wyld Ospina
(Quetzaltenango, antigua Xelahún Kie)
Ciudad de las historias romancescas
que un encanto pretérito acrisola;
Toledo de callejas pintorescas,
con algo de india y mucho de española…
Sugestión secular, anacronismo
de esta vieja ciudad, que en el incierto
trajín del siglo ofrece el hibridismo
del tiempo vivo junto al tiempo muerto.
Prefiero al mármol y a la fina piedra
con que el moderno gusto te atavía,
en muro coronado por la yedra,
la reja antigua y la tortuosa vía:
cuanto en ti evoca la altivez bravía
con la que tus autóctonos guerreros
tornaron rojo al Xequijel un día,
entre el flamear de los plumajes fieros;
cuanto invita a soñar glorias remotas,
resonar de epopeyas olvidadas;
silbantes flechas, aceradas cotas,
nombres sonoros, ínclitas espadas;
cuanto llenó los ámbitos oscuros
del tiempo con fulgor de tempestades,
y detuvo, en las lindes de tus muros,
los años, convertidos en edades…
Amo yo las historias y consejos
de un pasado que vive todavía…
Romanticismo de las cosas viejas,
romanticismo que es melancolía…
Amo la noche en que el vivir se quieta
y en la ciudad todo rumor se apaga,
y hay en la sombra una ansiedad secreta
y en el silencio una dulzura vaga;
y entre el crespón de la viajera nube
la errante luna de palor se nimba,
y de la noche en paz, trémulo, sube
el lamento ancestral de la marimba,
mientras bajo el embozo, la figura
gallarda de don Juan ronda el poblado:
truhanesco paladín de la aventura
en las encrucijadas del pecado …
Amo la majestad de tus montañas;
tus picachos de cólera crispados;
el claro río en que tus faldas bañas;
la mansa grey pastando en los collados;
el volcán que de nieve se corona.