La responsabilidad de transformar a Guatemala en un mejor país, es de todos. En las últimas semanas varios grupos han alzado la voz pidiendo la renuncia de algunas autoridades del país. Han surgido analistas políticos por todos lados. Y ante los comunicados de la Iglesia Católica, también han surgido pedradas desde diversos ángulos del territorio nacional. Pues, hay libertad de expresión.
Pero no es lo mismo verla de lejos que estar con ella, reza el refrán. Creo que antes de expresar lo que pensamos hay que reflexionarlo bien, para no ser injustos con nuestros comentarios. Es cierto, las redes sociales aguantan todo, pero cuando nuestros argumentos están basados sólo por lo que vemos o leemos en los medios de comunicación, nuestras críticas se las lleva el viento por ser superficiales.
No estoy afirmando ni negando, no estoy defendiendo ni a uno ni a otro. Mi intención es que seamos prudentes en cuanto a las pedradas que lanzamos a la Conferencia Episcopal de Guatemala. Creo que vale recordar el Argumento ad Hominem (ofensivo), que literalmente significa “argumento dirigido contra el hombre”, el cual se comete cuando, en vez de refutar la verdad de lo que se afirma, se ataca al hombre que hace la afirmación, (Copi, 1971, pág. 63).
Es muy fácil caer en esta falacia (argumento falso con apariencia de verdad), porque en vez de juzgar y criticar el contenido de la afirmación, se ataca a quién la hace. Cuando se actúa así, se es injusto, porque no se está usando el raciocinio sino el hígado para expresar nuestra inconformidad ante tales afirmaciones.
Estoy a favor de la crítica, pero cuando ésta es sana, lógica y con argumentos serios y fehacientes. No se trata de apedrear a alguien sólo porque otros lo están haciendo también. Un ejemplo claro de que no se es lógico para pensar, son los comentarios que se hacen en las redes sociales. Los seres humanos tenemos que aprender a debatir ideas, pero jamás atacar a alguien sólo porque lo que dice no concuerda con mi manera de pensar.
Cada uno es hijo de un contexto: “yo soy yo y mis circunstancias” (Ortega y Gasset). Por lo tanto, los conocimientos previos, la cultura y los valores asimilados en su contexto, va a influir en su manera de pensar y expresar lo que piensa. Nos hace falta más empatía social. De vez en cuando póngase en el lugar del otro, y vea la vida desde esa persona. Tal vez eso le ayude a formular mejor sus argumentos.
Nunca olvide que lo más importante para vivir en una mejor Guatemala y en una iglesia más íntegra, es que, tanto ustedes como yo vivamos una vida más coherente entre lo que decimos y hacemos. No es fácil. A mi me cuesta. Pero el primer paso para eliminar la corrupción de las instituciones del Estado y de la iglesia (porque en todos lados se cuecen habas) es que usted viva según los criterios del evangelio.
Este país y la Iglesia cambiará si usted cambia. Tanto líderes religiosos como los miembros de los diferentes grupos existentes en la iglesia, debemos tratar la manera de actuar con ética, en privado y en público. No se trata solo de hablar, sino también de actuar. Hablemos de corrupción, pero a la vez combatamos la corrupción existente en nuestros grupos, consejos y hermandades parroquiales.
Dios es el motor principal de mi vida, me gustan los retos. Soy amigo de la verdad y enemigo de la hipocresía.